“Un boleto a kilómetro 20”


Recuerdo que cuando era chico la gente que iba a Capiatá desde Asunción no le pedía al chofer “un boleto a Capiatá”. Decía “un boleto a kilómetro 20”, y esto me explicaron era porque había quedado como un complejo o estigma en los capiateños que venía arrastrándose desde hacía tiempo y cuyo origen se debe a una peste que asoló la zona, parece que en el siglo XIX, algo que quedó muy marcado en la ciudadanía en general. En esa época las localidades como San Lorenzo, Capiatá, Itauguá, estaban bien separadas por grandes extensiones de campo, no como ahora que están todas unidas debido al crecimiento poblacional y urbanístico.
Esta cuestión hace tiempo quedó en el olvido, quizá solo algunas personas mayores aún la recuerden y hace rato nadie tiene problemas en decir “un boleto a Capiatá”; por el contrario, los capiateños se sienten orgullosos de serlo, como debe ser.
Pero ahora con esto de la búsqueda del supuesto tesoro que enterraron durante la guerra, nada menos que diez toneladas, y el inmenso pozo que hicieron, sumada la cuestión “espiritual”, los espíritus protectores de 12:00 a 13:00 horas del precioso metal que no permitieron su extracción, y el empecinamiento de varios vecinos y autoridades capiateñas en continuar cavando y cavando, a pesar de que no encontraron ni siquiera un anillo de casamiento o tapita de gaseosa, han logrado que su ciudad vuelva al tapete, nacional y mundial; entonces, como las cargadas están a la orden del día, me parece que los lugareños van a volver a decir al chofer: “Por favor, un boleto a kilómetro 20”.
Rafael Luis Franco

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