ENTREVISTA AL DR. CARLOS M. RAMIREZ BOETTNER
“El régimen que se impuso después de la caída del Febrerismo fue un régimen dictatorial total”
El profesor y doctor Carlos María Ramírez Boettner
nació en Asunción el 30 de julio de 1916. Hijo del Dr. J. Isidro Ramírez y de
Anita Boettner, comenzó sus estudios primarios en Asunción, prosiguiéndolos en
Francia, luego en Perú y finalmente en Chile, donde inició sus estudios de
medicina, hasta que, en 1934, con 18 años cumplidos, decide retornar al
Paraguay para incorporarse, voluntariamente, a la defensa de la patria. Hoy
día, con sus 90 años continúa al frente del “Instituto del Diagnóstico”.
En su larga trayectoria ha cosechado distintos
logros. En su oficina-consultorio, se pueden apreciar una buena cantidad de
diplomas, entre los que se destacan el Diploma de Honor de la UBA, de 1941, su
título de medicina; varios de la American College of Physicians, de Fellow y Masters; varios de la
UNA; de exalumnos que le agradecen; de la Academia
Nacional de Medicina de Buenos Aires que lo nombra Miembro Honorario
Extranjero, en 1988; de SenadorTitular, período 1998-2003; y también su diploma
que lo acredita como piloto aviador civil, de 1971.
Esta entrevista surgió un poco por casualidad. Lo
fui a visitar al Dr. Ramírez Boettner y él me obsequió la nueva edición que
hizo del libro escrito por su padre, J. Isidro Ramírez, “La Paz del Chaco.
Defensa de la línea de hitos”, y entonces creí oportuno realizar una
entrevista, grabada, para que los compatriotas que viven en Buenos Aires
conozcan la trayectoria y pensamiento de este hombre. A él, en realidad, a esta
altura de su vida no le hace falta ningún tipo de promoción, pero muy
modestamente se prestó a esta breve charla.
La misma se puede dividir en cuatro partes. La
primera, en su juventud, cuando vuelve al Paraguay y presta servicios en el
frente; la segunda, sus recuerdos de posguerra; la tercera, su etapa de médico
y la creación del Hospital de Enfermedades Infecciosas y Tropicales; y por
último una anécdota en la etapa del gobierno de Rodríguez, en la que es
nombrado director del Hospital Nacional por un ministro y echado después por
una ministra. En este punto quiero hacer una apreciación personal sobre la poca
visión del presidente Rodríguez, su falta de sentido común y de patriotismo; el
Dr. Ramírez Boettner contaba a la sazón 75 años de edad, ya que este hecho pasó
en 1990, a poco de caer Stroessner. Este médico ha demostrado a lo largo de su
vida, no sólo una preparación altamente capacitada, sino también ser un hombre
de ideas y de llevarlas a la práctica, o sea que tenemos delante a una persona
honesta, capaz y ejecutiva, condiciones básicas, y en estos tiempos
excepcionales, para estar al frente de un Ministerio. Lo que debió hacer
Rodríguez, a mi modesto modo de entender, es desplazar a la ministra y poner al
frente del ministerio al Dr. Ramírez Boettner brindándolé todo el apoyo y
libertad de acción posibles, pero la mezquindad y ambiciones personales de
aquel Presidente no permitieron esta posibilidad. Y así sigue el Paraguay, con
los hombres que Stroessner y Rodríguez nos legaron. A partir de aquí la
conversación.
—Quisiera nos cuente cuando usted volvió al
Paraguay, que era muy joven, con su familia por la guerra del Chaco.
—Bueno, yo no volví con mi familia… Mi padre era ministro representante del Paraguay en Chile
y después fue transferido al Perú y en ocasión de que él se fue al Perú yo vine
a la guerra, porque acababa de cumplir los 18 años y eso es lo que
correspondía. Aquí me encontré un poco solo, desorientado. Tenía un tío, Juan
Max Boettner, hermano de mi madre, en cuya casa me alojé y él me guió un poco
y, en fin, conseguí movilizarme en la Sanidad Militar, con algunas anécdotas. El general Díaz León era el
Comandante en Jefe de la Sanidad Militar paraguaya y entonces me dijo mi tío
para pedir entrar en la sanidad porque yo era estudiante de medicina, había
iniciado mis estudios en Chile ese año, 1934. Me presenté al general y este me dijo lo siguiente: “No necesitamos más gente en la
Sanidad, acá no lo podemos movilizar a usted”. Salí de la oficina y le dije a
mi tío: “Entonces yo quiero entrar en la escuela de aspirantes a oficiales de
aviación, quiero hacer el curso de aviación y ser piloto militar”, pero a poco
andar nos encontramos con el doctor César Vasconcellos,
que era el comandante de la Sanidad en el Chaco, y le dice a mi tío: “Qué le
trae por acá”; mi tío le responde: “Mi sobrino, que es estudiante de medicina
quiere entrar en la Sanidad y el general Díaz León le dijo que no hay sitio”;
entonces Vasconcellos le dijo: “Pero qué barbaridad, yo necesito muchos
practicantes que trabajen en el Comando de Sanidad que tengo en el Chaco, en
Camacho, vení mi hijo”. Me metió en una oficina y le dijo a un sargento que
estaba ahí: “Movilícele, haga una ficha y denle un pasaje en el primer barco
para que se embarque para el Chaco”. Así fue que me movilicé y me fui al Chaco
en pocos días y me presenté en Camacho. Esta trayectoria es muy anecdótica y
larga, la voy a saltar. Estando allí le pedí a Vasconcellos: “Mire, yo quiero
ir más adelante, más al frente, no quiero quedarme acá en el Comando”. Me
respondió: “Te vas a quedar acá por orden mía, vos estás movilizado, por un
tiempo hasta que te ubiques y después te vamos a mandar más adelante".
Entonces empecé a trabajar en el hospital con
el Dr. Pedro De Felice, también había un clínico, el Dr. Banks, que no vivía en
el Paraguay, vivía en Posadas, pero vino, se movilizó y trabajaba. En el
hospital de Camacho había dos salas, una de cirugía y otra de clínica. La de
clínica tenía más enfermos que la de cirugía, porque había muchos enfermos,
sobre todo de disentería. En la otra había heridos, a veces venían camiones del
frente trayendo 30 o 40 heridos, y cuando llegaban todos querían ser atendidos
al mismo tiempo, entonces nos dedicábamos a eso, yo era el único estudiante de
medicina que estaba ahí, después vino cayendo el Dr. Fernando Montero, que en
aquella época era también estudiante, de 3er. año, pero él había sido combatiente,
él entró primero en el Ejército y después pasó a la Sanidad. Trabajábamos entre
los cuatro para curar a todos esos enfermos, claro yo curaba a los más leves.
Había tintura de yodo, agua oxigenada, un poco de gasa, vendas, pero había
heridos gravísimos; y no había suero para ponerles y rehidratarlos. En fin, podría
hacer una larga historia de todo lo que vi ahí.
—Después de terminada la guerra, a los pocos
meses se produce la llamada “revolución febrerista” y cambia el gobierno y su
padre fue invitado a participar de las reuniones.de paz
y tratado de límites en Buenos Aires; posteriormente publicó un libro que usted
acaba de reeditar. ¿Qué nos puede contar de esa etapa de la historia?
—El Canciller,
Juan Stefanich, le ofreció a mi padre para que presidiera la delegación
paraguaya que tenía a su cargo los trámites de la Paz del Chaco, porque el 12
de junio de 1935 se firmó solamente un protocolo por el cual se decía lo
siguiente, en el articulo 1º: “Cese definitivo
de las hostilidades con la garantía de los cinco países neutrales, que eran
Argentina, Brasil, Chile, EE.UU. y Perú; en realidad eran seis porque estaba
también el Uruguay. En el artículo siguiente se decía que se tenía que reunir
una conferencia de paz con asiento en Buenos Aires, representantes de todos los
países, representantes de Bolivia y de Paraguay, para buscar el tratado
definitivo. O sea que se partió en dos, la cesación de las hostilidades que
ocurrió el 14 de junio de 1935, el 12 se firmó el protocolo, el 14 cesaron las
hostilidades, pero el tratado definitivo recién se firmó en 1938. El primer
período de negociación hasta el 17 de febrero de 1936 en que cayó el partido
Liberal y asumió la presidencia el coronel Rafael Franco, ese primer período lo
negociaron los liberales bajo la presidencia de Jerónimo Zubizarreta; y Bolivia
pretendía un puerto que a pesar de la guerra el Paraguay le cediera un puerto
sobre el río Paraguay a la altura de Bahía Negra. Entonces después tenía que
retirarse también de la zona precordillerana a la que habíamos llegado para
firmar el tratado, pero Zubizarreta y esa delegación se opuso terminantemente
también a la cesión de un puerto. Una vez cambiado el gobierno, entre el inicio
de las negociaciones que fue hacia agosto de 1935 hasta el 17 de febrero de
1936, unos cinco o seis meses, la delegación estuvo presidida por Zubizarreta,
después fue presidida por mi padre e integrada por otros hombres prominentes
del febrerismo, que todavía no existía recién empezaba; uno era el Dr. Miguel
Angel Soler, que era embajador en Buenos Aires y el otro era el Dr. Marco
Antonio Laconich, que era específicamente para la delegación negociadora del
Tratado. Eso duró hasta que cayó el gobierno de Febrero, el 13 de agosto de 1937,
y ahí volvió Zubizarreta, pero como secretario de este lo pusieron a Efraím Cardozo. Zubizarreta era muy
drástico para tratar de mantener lo que el Paraguay había recuperado de su
territorio, que Bolivia empezó a invadir desde casi comienzos del siglo, pero
intensificó esa invasión exclusivamente militar, porque fundaba fortines. Nunca
fundó ningún asentamiento civil como había hecho el Paraguay con los menonitas
por ejemplo, que era un asentamiento civil en
el corazón del Chaco. Nunca tampoco tuvo control sobre el río Paraguay, por
ningún lugar del mismo. Producido el golpe de agosto del 37 mi padre sale de la
delegación nuevamente, y quiere volver al Paraguay y ya no lo dejan porque
sabían que tenía ideas e iba a hacer publicaciones. Posteriormente mi padre
escribió un libro que se llamó “La Paz del Chaco. Defensa de la línea de
hitos”, que se agotó y no lo dejaron entrar al país al libro, entraron medio de
contrabando unos cuantos ejemplares, yo traje algunos, porque a mí me dejaban
entrar y a él no lo dejaban entrar. El régimen que se impuso después de la
caída del Febrerismo fue un régimen dictatorial total. El jefe de plaza era
Arturo Bray, jefe de Policía, que había pasado el Bando Nº 1, que decía: “Si se encontraba un grupo de personas en la
calle conspirando o hablando mal del gobierno, podían ser fusilados con la sola
presencia de un oficial del Ejército, ahí en el acto, sin más vueltas”. O sea
que la gente estaba aterrorizada, no se juntaban para nada. Pasaron los años y
ese libro era muy desconocido, entonces yo decidí reeditarlo, pero para ese
entonces ya se había aclarado muy bien cómo se tramó el tratado definitivo, que
en realidad lo tramó Efraím Cardozo con el apoyo de los EE.UU., éstos tuvieron
mucho que ver en eso; ya lo habían mandado luego al mariscal Estigarribia, que
en ese entonces no era mariscal, porque su mariscalato es post mortem, era
general, como ministro paraguayo en Washington y ahí ya se tramó todo el
arreglo, a espaldas de Zubizarreta; cuando este
se da cuenta, aclaro que en esa trama no estaba la cesión del puerto, en eso
fueron categóricos, pero cedieron sin compensación 50.000 kilómetros cuadrados
de territorio que el pueblo paraguayo, y el ejército paraguayo del Chaco, que
fue una minoría, fue el pueblo paraguayo el que peleó, se movilizó todo el
mundo y recuperamos gran parte de nuestro territorio, ocupamos también una
parte del territorio boliviano que estábamos dispuestos a devolver, pero en
compensación de los que nos habían vuelto a hacer retroceder, porque nosotros llegamos
al Parapití y lo pasamos inclusive, pero el Ejército boliviano hizo una
contraofensiva y nos arremangó por debajo del Parapití y la fórmula que
mantenía mi padre era ceder lo que habíamos ocupado de Bolivia, que era
Machareti y el camino Villamontes-Boyuibé, una zona ya cordillerana, alta, precordillera de
los Andes, y que en compensación de eso Bolivia nos diera el territorio hasta
el río Parapití. Ese hubiera sido un arreglo realmente bueno, pero ellos no
quisieron eso y los EE.UU.; ahora lo grave del tratado de julio de 1938, que se
firmó el 21 de julio es que el 9 de julio, que vienen a ser 10 u 11 días antes,
se firmó un convenio que fue secreto por el cual el Paraguay ya cedía lo que se
iba a arbitrar, lo que se iba a arbitrar fue cedido de antemano sin arbitraje y
en este último libro publico el texto de esa acta secreta y del tratado,
demostrando el fraude tremendo que se hizo al pueblo paraguayo diciéndoles que
nosotros no cedíamos nada, que íbamos a ir a un arbitraje y que los árbitros iban
a decidir; cuando eso se cedió antes del arbitraje, pero fueron cómplices de
este engaño los seis países, porque los seis países también firmaron el acta
secreta como garantía para Bolivia que se iba a cumplir eso. Un autor boliviano
que se llama Roberto Querejazu Calvo escribió un libro titulado “Masamaclay” y en su última parte cuenta estas cosas y yo también
puse en el libro transcripto la última parte de Masamaclay, entonces esta
edición nueva de la “La Paz del Chaco. Defensa de la línea de hitos”, escrita
por mi padre en el año 1938, actualmente revela la realidad de lo que pasó, es
muy importante. Le hice un prólogo lo más conciliador posible, porque no es el
caso de ahora a tantos años de finalizada la guerra volver a producir un
incendio con la república de Bolivia, que debe ser una república hermana, somos
los dos únicos países que no tenemos costa de mar. Tenemos economías
complementarias, ellos son mineros y nosotros somos agrícola-ganadero, tenemos
que hacer comercio.
—Cambiando
el tema, usted se especializó en enfermedades tropicales y crea el hospital
conocido popularmente como “el infeccioso”, en Sajonia, que después desapareció
y ahora está el Palacio de Justicia en ese lugar, cómo fueron aquellos años?
—Después de recibirme en Buenos Aires, en el
año 1940, me quedé dos años y en 1942 me fui a los EE.UU. Volví a comienzos de
1945, realmente aprendí medicina en los EE.UU., la medicina que ellos hacían
era una medicina muy superior a la que se hacía en el Paraguay y en la
Argentina. La Argentina en años posteriores avanzó mucho, muchísimo, pero
nosotros con mi venida también avanzamos. Es una falsa modestia ocultar esto
que voy a decir, yo creo que en el año 1945, cuando organicé y fundé una sala
nomás era, pero le llamamos Hospital de Enfermedades Infecciosas y Tropicales,
porque en realidad nosotros estamos en el subtrópico y tenemos enfermedades
propias como la enfermedad de Chagas, ciertas micosis, las picaduras de
víboras, etcétera, pero tenemos muchas
enfermedades del mundo entero que no son tropicales. El sida está desde Suecia
hasta el Trópico, las meningitis están en los países más nórdicos. Yo en los
EE.UU. hice enfermedades infecciosas en Detroit, que es Norte, muy frío, el
invierno dura 6 meses, hay seis meses de nieve ahí. Después pasé otro año al
Sur, en Nueva Orleans, que es subtropical como nosotros, tiene paludismo pero
chagas no tiene, entonces a mí me parece que es impropio el nombre de Instituto
de Medicina Tropical, el nombre tiene que ser Hospital de Enfermedades Infecciosas
y Tropicales. Ahí iniciamos nuestra labor médica, que tuvo gran resonancia;
después a través de concursos y demás llegué a la cátedra de clínica médica y
asimilé eso, pero vivimos la época dictatorial de Stroessner que yo como
Colorado toleré en su primera etapa hasta que en el año 1959 él disolvió la
Cámara de Representantes, de la cual yo era miembro, y ahí separó a los
stronistas de los antistronistas. Yo estuve entre los antistronistas, me iban a
deportar pero como era médico de mucha gente importante, del gobierno
inclusive, me dejaron. Me quedé un poco callado porque si no iba a salir. Me
quedé haciendo mi labor médica, que es bastante proficua.
—Vamos a saltar un poco en el tiempo. Escuché
una grabación del año 1990 en la cual usted relata cómo le pidieron la renuncia
del Hospital Nacional, cargo en el que había sido nombrado por el ministro Cano
Melgarejo. La nueva ministra, debido a que no le gustaron sus declaraciones a
una emisora le pidió la renuncia. Ese hospital, que era de alta complejidad, ¿cuándo
empezó a funcionar y qué pasó con el mismo?
—El Hospital Nacional era un problema para el
ministro Cano Melgarejo, estaba completo, tenía 600 camas, estaba lejos, estaba
muy bien equipado; y él era amigo mío, yo lo fui a ver y me dijo: “Mirá, vos podés
ocupar lo que quieras, te pongo ahí de director, de nuevo, de medicina
tropical”. “No, le dije, ahí hay un grupo de
gente que formé que está más o menos formada. El país y vos tienen un gran
problema con este hospital. Este hospital está sobredimensionado, lo pusieron lejos de la capital y es de alta
tecnología. Yo estoy convencido que el Gobierno no va a poder mantenerlo y
hacerlo funcionar con las características que debe de tener y propongo que se
transforme en un ente autónomo que le permita obtener recursos de sus
facilidades, para lo cual tiene 600 camas, vamos a destinar 200 al pueblo
humilde paraguayo, recibiendo fondos del Estado y que nos dejen 400 camas para
obtener recursos. Pero no que esos recursos entren a Hacienda y después nos den,
porque no nos van a dar, tiene que ser autónomo”. “Ah, pero eso es muy
difícil”, me dijo. Y bueno, después viene y me dice: “Por qué no intentás, te
vamos a nombrar director e intentás”. Entonces yo me conecté, después de mi nombramiento, con la Oficina Sanitaria
Panamericana y les hice el planteamiento que les pareció muy bien y ellos me
ayudaron. En esa época no había todavía cámaras, inclusive me redactaron un
decreto-ley para darle forma a eso. Luego cambiaron a Cano Melgarejo por la
doctora Prieto, que cumplía prácticamente órdenes de Rodríguez, entonces yo le
fui a ver le plantee y me dijo: “Bueno, todo depende del Presidente”. Y le dije
yo: “Y bueno pero el Presidente va a escuchar un clamor popular, déjeme que yo
promocione esta idea en la comunidad”. “Sí hágalo, pero no le dé participación
a la prensa”. “Eso es imposible, le dije yo, porque voy a invitar a la Cámara
de Senadores, a la Cámara de Diputados que ya estaba, le voy a invitar a Unión
Industrial Paraguaya, a la gente representativa del Ejército, a los gremios
médicos, a la Asociación Rural y con todo esto es imposible que la prensa no
acuda”. La cuestión es que tuve que hablar con la prensa, a la ministra no le
gustó y me envió una esquela que decía: “Que mi renuncia era aceptada";
sin haberla yo presentado.
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