DE LEGIONARIOS A POLÍTICOS “PROFESIONALES”
(Publicado en la revista “Ñe-engatu”, Nº 145, Buenos Aires, octubre de 2005, p.
18-19)
Le preguntaron a Aristóteles:
—¿Qué se gana con la mentira?
Y el filósofo respondió:
—Que no te crean cuando dices la verdad.
Hay que hacer una historia en serio, porque los pueblos que
no saben historia, se equivocan siempre y sufren las consecuencias...
Arturo Jauretche
En nuestro país siempre hubo pobreza, para qué
vamos a negarlo, pero se caracterizó por algo: su tranquilidad, su seguridad.
Hoy la pobreza continúa, por cierto mucho más acentuada, pero hemos perdido eso
que nos diferenciaba de los países vecinos.
Como saben, a los paraguayos nos gusta hablar de
historia, acostumbramos vanagloriarnos del pasado heroico de nuestra Patria,
aparte de lamentarnos por la situación perdida. También solemos echarle la
culpa de nuestros males al imperialismo, que sin duda mucho tiene que ver. Pero
me pregunto, ¿de nuestra parte, no hicimos nada para estar como estamos? Sin
duda algo debemos haber hecho, y a este respecto hay un ejemplo que la historia
me trae.
En la guerra de la Tripie Alianza participaron los
famosos “legionarios”; eran paraguayos radicados en Buenos Aires que se
pusieron al servicio del Ejército argentino (Ver nota “Asociación
Paraguaya”, en página 20). Estos, al término de la
contienda, son los que gobernaron el Paraguay
en un principio y sus descendientes, fieles a sus ancestros, cogobernaron
después. Salvo honrosas excepciones, nuestro país, después de 1870, estuvo
sometido a designios foráneos gracias a estos caballeros.
El presidente argentino Juan
Domingo Perón llamó a los que posibilitaron el manejo político de los
imperialismos de turno “cipayos”; palabra puesta de moda por el escritor
argentino Arturo Jauretche. Como vemos, nosotros también tuvimos nuestros cipayos.
¿Pero, desaparecieron?; actualmente ¿quiénes representan esta casta? Yo lo veo
de la siguiente manera: estos se
confunden o mimetizan en los distintos partidos políticos. También prefiero
ponerles un nombre un poco más moderno: “políticos profesionales” (ojo, lo de
profesional hay que entenderlo entre comillas, porque si realmente fueran
profesionales estarían mejor preparados; son, más bien, “caraduras
profesionales”). Personajes que han hecho de la política su carrera personal, y
muy progresista por cierto, pero para su exclusivo progreso.
Estos caraduras-profesionales se
adueñaron, primero, de los partidos políticos, que usaron como trampolín para
acceder a los distintos poderes del Estado; y, segundo, con la corrupción de
sus actos han desvirtuado totalmente el sentido de la palabra “política”, que
significa, simplemente, ocuparse de la cosa pública; la han enlodado a tal
grado que hoy día ser político es, prácticamente, sinónimo de corrupto. No importa en qué partido militen, si en el
gobierno o en la oposición, éstos al llegar a su meta acuerdan, concuerdan y no
recuerdan, todo bajo cuerda.
En realidad este sistema de
manejar un país con políticos-profesionales brinda a
las corporaciones o multinacionales un sistema muy práctico de conseguir los
fines que persiguen; ya sea la concesión de una compañía de agua, de
electricidad o teléfonos; el monopolio de la recolección de residuos; la
libertad de instalarse libre de impuestos con un mínimo de capital
permitiéndoseles, a su vez, exportar sumas infinitamente superiores a las que,
en casos similares, sus países de origen autorizan; leyes que facilitan la
quiebra o vaciamiento de bancos sin que ningún dueño vaya preso, etc. etc.
Distinto sería para las multinacionales y sus
“profesionales” tener que vérselas con un político que tenga peso propio y que,
desprendido del rebaño de carneros, se le ocurra la loca idea de mejorar su país, o tenga un proyecto político
distinto al de ellos. Un factor importante para el mantenimiento de este
sistema, y que no entre ningún colado, son los llamados “intelectuales”, que
están encargados de perseguir y denostar, prensa mediante, a cualquier
individuo que quiera cambiar las reglas del juego. También a estos venerables
escritores los pongo entre comillas, porque si bien en algunos casos tienen
buena pluma y son versados en literatura, su falta de ecuanimidad y alejamiento
de la realidad debido a que en general prefieren
la fama, en algunos casos internacional, y los placeres de la vida (vanidad y
hedonismo que le dicen) los descalifica como verdaderos intelectuales para
pasar a ser, generalmente, simples meretrices de la pluma, y con menos función
social que las auténticas meretrices.
Por supuesto que para que este
sistema funcione debe haber un pueblo atrasado; este, cuando más Ignorante mejor. El engaño empieza a
temprana edad con la mala o pobre instrucción pública, en muchos casos ausente,
que recibe la juventud por parte del Estado que estos personajes manejan a
gusto y piacere; en la deformación histórica que han hecho por medio de sus
historiadores profesionales, lecturas obligadas en los claustros.
También es fundamental, para que
este juego perdure, enfrentar al pueblo entre sí con posiciones irreductibles y
antinomias imposibles de zanjar. Si se lo puede fanatizar, llevándolos a
posiciones extremas y que se maten entre sí, mejor. Colorados contra liberales, francistas contra antifrancistas, lopiztas
y antilopiztas, stronistasyantistronistas
y ahora oviedistas y antioviedistas… en definitiva paraguayos contra paraguayos.
Volviendo a nuestra historia, previa al legionarismo, nosotros tenemos un claro ejemplo de proyecto de
país. Empieza con José Gaspar de Francia y continúa con los López. Durante este
período, que va de 1811 a 1870, casi seis décadas, los gobernantes dieron
ejemplos de: honestidad; defensa de derechos territoriales, constitucionales e
internacionales, esto lo vemos reflejado en
las páginas de “El Paraguayo Independiente”; y de heroicidad en la Gran Guerra.
La muerte del mariscal López, con el sable en la mano, sin rendirse, significa
para la historia que el Paraguay tiene como destino volver a retomar aquella
senda; más tarde o más temprano, ese es su destino.
Quiero destacar que este intento
de retomar la senda perdida en 1870 se vio reflejado en la Revolución de
Febrero de 1936. Primero con el reconocimiento como Héroes y Beneméritos de la Patria a los que estos
caraduras-profesionales nos enseñaron a odiar. Segundo, en la entrega de
tierras en propiedad a más de 10.000 familias. Tercero, en las leyes laborales
que se ocuparon de la dignidad del trabajador. Cuarto, en la irreductible
defensa de nuestro territorio que aquel gobierno llevó adelante en la mesa de
negociaciones en Buenos Aires. Y aquí podría continuar con muchos más ejemplos,
pero paro porque podrían acusarme de hacer apología del PRF.
Nosotros tenemos una historia que aprender, una
historia que nos señala un rumbo; pero para poder comprenderla debemos verla
sin fanatismo, sí con el lógico apasionamiento por conocer nuestra verdadera
histórica política, que es muy distinta a la política de la historia que nos
negó como Nación pujante y soberana que supo ser.
Sobre el punto de la seguridad y tranquilidad que
perdimos, que hago referencia al comienzo, les voy a contar algo que escuché no
hace mucho. El comentario es el siguiente: los países son ocupados o barridos
por tres olas, la primera es el avance de robos, prostitución, pornografía,
drogas, etc.; la segunda, es el gangsterismo, el avance de la inseguridad, la
falta de autoridad policial y el ofrecimiento de protección por parte de
empresas privadas; y la tercera, y final, es el apoderamiento de las empresas con el consecuente control de la
producción de un país.
Imagen: Salvador Jovellanos.
Comentarios