DE REFORMAS Y ENMIENDAS

Hay otra enmienda interesante de observar, la 22º, propuesta
en 1947 y refrendada en 1951, en donde se limita a dos períodos la elección del
Presidente, lo que quiere decir que desde 1787 ellos podían re-re-re-reelegirse
indefinidamente (¡y después bastardeaban las dictaduras urbi et orbe!, la propuesta
de ellos es “debes hacer lo que yo digo pero no lo que yo hago, no me conviene
que hagas lo mismo”; claro que bajo cuerda siempre financiaron las de
izquierda, una sutil manera de eliminar la competencia, pero esa es otra
historia).
En 1919, con la enmienda 18º, establecieron la famosa Ley
Seca, ley que muchas muertes causó ya sea por ingesta de alcoholes truchos o peleas
mafiosas, amén de cirrosis y dolores de cabeza interminables, ley que a su vez
generó un crimen organizado aumentando el poder de las familias mafiosas, además
de la evasión multimillonaria de impuestos. Ley que recién fue derogada catorce
años después (1933) con la enmienda 21º, tomándose casi un año para aprobarla (parece
que Al Capone, los Corleone y otros eran grandes cabilderos).
—Y reformas, ¿cuántas hicieron?
—Ninguna.
—¡No me joda!
Sí, jamás hicieron una reforma constitucional. Por qué,
porque el camino más directo, menos traumático, más económico y menos engorroso
es la enmienda.
Los yanquis tienen una popular frase que suelen aplicar y
dice: “hacela fácil y rápido tonto”, o algo así; viene a ser un principio de
vida que tienen para todo, que les indica hacer todo más simple, no dar vueltas
al asunto e ir por el camino más directo, no complicar las cosas; porque es de
tontos y estúpidos complicarlas; y las estupideces cuestan muy caro.
Espero que este pequeño aporte sirva de algo en estos
revueltos tiempos, aunque sé que es lo mismo que pretender apagar el incendio
de un bosque arrojándole un vaso de agua; pero este vasito va dirigido a: los
reformadores-deformadores, a los intelectuales del subdesarrollo, a los que no
leen ni el almanaque y opinan como “Zaratustra”, a los ideologizados-endemoniados,
y sobre todo a los intelectuales y periodistas pirómanos, que disfrutan ver cómo los idiotas útiles incendian el bosque.
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