En defensa de la “puta” oligarquía, si es esto posible
Creo que la gran
revolución mundial al final va a ser contra la multitud de boludos que a la
esclavitud la llaman libertad, a la miseria e inseguridad progreso y a los
ladrones líderes.
R.L.F.
"Al usar la palabra democracia conviene no engañarse con su etimología: 'Poder del pueblo'. El poder nunca es ejercido por el pueblo, sino por alguna oligarquía o partido, por la doble razón de que si se ejerce sobre algo es forzosamente sobre el pueblo; y de que este no existe como un todo homogéneo, sino que en él pululan mil intereses, opiniones y sentimientos diversos y a menudo contrapuestos. Por ello, las democracias a menudo sufren demagogias y abusos de unas minorías sobre otras, males a los que también están sujetos las demás formas de gobierno. En democracia, cada tendencia popular vota al partido --oligarquía-- de su preferencia. Los partidos tienden a interpretar a su favor las leyes y normas, corrompiéndolas más o menos. Y siempre existen grupos contrarios a la propia democracia. Está claro que si estos alcanzan suficiente poder, por la violencia o siguiendo las normas legales, el sistema se viene abajo. Como las libertades políticas amparan también a los enemigos del liberalismo, este podría considerarse un sistema suicida, si no impusiera límites a la tolerancia."
Pío Moa, "Los mitos del franquismo", Madrid, La Esfera de los Libros, 2015.
Antes que nada una aclaración con respecto al título, por el grosero término “puta”; resulta que no hace mucho un conocidísimo dirigente argentino que no sabemos si es puntero político, piquetero, o simplemente asaltante de comisarías, además de gran partidario del gobierno que terminó en 2015, dirigente que acomodó a todos los hijos en la función pública, en una de sus tantas apariciones callejeras dijo a los medios textualmente: “Odio a la puta oligarquía”, bien resulta que en este trabajo intento razonar qué es la oligarquía, su función y si bien puede ser una meretriz como dijo ese señor, también hay que entender que él forma parte o nos lleva a otro tipo de oligarquía que resultaría mucho, muchísimo más prostituida que la que él odia tanto.
Qué es oligarquía, el DRAE nos dice: “1. Forma de gobierno en la cual el poder político es ejercido por un grupo minoritario. 2. Grupo reducido de personas que tiene poder e influencia en un determinado sector social, económico y político”. Claro que la palabra tiene un sentido peyorativo, por tanto su connotación negativa se impone sobre su explicación semántica.
¿Pero es
posible desprenderse de ella, que esta desaparezca y sea posible un gobierno
sin oligarquía? Me parece que no, ya que considero que si una es desplazada
inmediatamente es reemplazada por otra nueva. Fíjense en el caso cubano, allí
cambió completamente el poder en 1959, la vieja oligarquía cubana fue corrida
por un grupo de, entonces, jóvenes “idealistas”, y como sabemos en poco tiempo
ese “idealismo” desapareció junto a las ideas democráticas al instalarse en el
poder Fidel Castro, estableciendo este una nueva oligarquía, mejor dicho una
nomenklatura que viene a ser la oligarquía occidental pero al estilo soviético,
de tono feudal o monárquico; y si bien los principales e incondicionales
referentes de la “revolución” no tienen títulos como condes, duques o marqueses,
tienen todos los privilegios de aquellos y más; ahí está el príncipe Tony
mezclándose con el jet set internacional.
Lo que se entiende
es que la oligarquía siempre va a estar, del tono que sea: popular estilo
chavista, estilo soviético, liberal o conservadora. Y es lógico que así sea,
porque siempre tiene que haber un poder, el vacío no existe en política. Pero
ya que existe la oligarquía y es inevitable, lo que nos debería preocupar es
cómo debería ser esta y quiénes deberían integrarla.
Hay un
ejemplo fácil de comprender, con el que podríamos apreciar qué es y el sentido
que debe tener la oligarquía. Nuestro Ejército en la guerra del Chaco fue el
encargado de defender nuestra soberanía y recuperar territorios ocupados. Bien,
un ejército se compone de oficialidad, suboficiales y tropa, nadie puede
imaginar un ejército sin estas divisiones, de puros oficiales o pura tropa, todos
se complementan y cada uno juega un papel. El rol director y planificador lo
tiene la oficialidad, que a su vez tiene una dirección, el jefe de estado
mayor, donde planifican el accionar, planes que luego pasan a la oficialidad,
comandos de cuerpo, y esta a su vez ordenan a la tropa llevar adelante su
ejecución. Claro que aquí, a diferencia de un gobierno democrático, la tropa no
elige quién debe estar al frente de la oficialidad o dirección, ni quienes
deben ser sus principales generales o coroneles, se supone que estos fueron
elegidos por su capacidad, su profesionalismo y sobre todo su vocación. Unos
pocos conduciendo a muchos.
Y trasladado
al plano civil, en la paz, también tenemos una cadena de mandos, manejada por
unos pocos, de arriba hacia abajo, que trabaja, o debe trabajar, para llevar
adelante una administración o gobierno lo más eficaz posible en beneficio de su
Nación, de sus ciudadanos. Porque un gobierno funciona en forma similar a un
ejército, con otras miras por supuesto; y también sus integrantes deben ser los
más calificados posibles.
La oligarquía
se corrompe cuando esta se convierte en statu quo y no acepta cambios o
modificaciones; cuando impera el fraude en el sistema eleccionario; cuando los
puestos más relevantes se convierten en herencias familiares; cuando se deja de
lado el concurso para acceder a los cargos; cuando la concentración de la producción
de la riqueza queda en pocas manos, sobre todo la tierra; cuando la burocracia
y las regulaciones se imponen de manera que no florezcan los nuevos
emprendedores; cuando desde el Estado se monopolizan servicios y este compite
con la empresa privada distorsionando su función; cuando la justicia deja de
ser independiente y sirve a la política partidaria, cuando los jueces y
fiscales entran por acomodo y no por méritos; cuando los legisladores son
elegidos entre gallos y medianoche por el partido o padrino y no directamente
por los ciudadanos convirtiéndose así en una casta privilegiada, intocable; que
a su vez manipula nombramientos en la Justicia, FFAA y organismos de seguridad;
y sobre todo cuando no se respetan las reglas del juego marcadas en la Constitución.
Cuando todo
esto pasa, cuando la oligarquía convertida en statu quo está corrompida y no
sirve a los intereses de la Nación sino a los propios es que se convierte en
tiranía, aunque tenga un origen democrático (es el caso de los sucesivos gobiernos
liberales de 1904 a 1936 y del Rubio de 35 años), con estos florece el crimen
organizado y las corporaciones extranjeras hacen su agosto (la usura
internacional, la que busca mano de obra esclava, la que depreda los recursos
naturales, el capital golondrina, etc.). Una oligarquía así se convierte en una
especie de mafia, transformando el Ejército de la Nación en ejército de
ocupación, y las fuerzas de seguridad en seguridad personal antes que
ciudadana. Esto que digo también se puede apreciar actualmente en la Venezuela
chavista, y antes en nuestro país con los legionarios que gobernaron posguerra
del 70, una oligarquía totalmente opuesta a la de Francia y los López, que
consolidaron una República y engrandecieron la nación; y en la revolución de
1947, cuando un grupo de militares institucionalistas se levantó en contra de la
partidización del Ejército, que fueron derrotados, y así el país pagó y sigue
pagando un alto precio en su desarrollo económico, social y cultural, ya que la
crema y nata de la sociedad en su mayoría emigró o se dejó de lado, al
instaurarse la brutal oligarquía partidaria colorada que controló el país
dictatorialmente por décadas, igual que los liberales de antaño.
Como ven, de
la oligarquía no podemos zafar; y pienso que podríamos llegar a tener una menos
nociva y prostituida si tomamos conciencia del valor que tiene la democracia,
que es el único sistema que puede frenar su degeneración y autocorregirse; y
que, por el contrario, con el populismo seudoprogresista se termina sometido a la
peor de las oligarquías, tan opresora que ya no calificaría simplemente de “puta”,
a la que habría que agregarle la madama y el proxeneta, el quilombo completo.
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