¿Qué pasó con los ideales de Febrero?
En Asunción, a
principios de diciembre del pasado año 2001, se publicó un artículo sobre el
Febrerismo, si no me equivoco fue en la revista del diario “ABC” (me
falta la exactitud del día y medio ya que el artículo en cuestión lo recibí vía
email, y con el único dato cierto que cuento es que la nota la realizó el
periodista Luis Verón).
La nota en
cuestión se tituló “¿Qué pasó con el Febrerismo?” y en la misma exponen sus
puntos de vista algunos dirigentes actuales del PRF, analistas, etc. El
artículo en cuestión comienza haciendo un poco de historia sobre la fundación
del partido; aquí es donde encuentro baches en la misma; también, lo que es
peor, una desviación de su primigenio contenido ideológico (esto es más viejo
que la nota); por ello es que me decidí a escribir al periódico en cuestión, no
para retrucar la nota y a los entrevistados, sino para aportar más datos,
textos que quizás ellos mismos no conozcan. También, a modo de respuesta al
interrogativo “¿Qué pasó con el Febrerismo?”, le puse el título a mi nota “¿Qué
pasó con los ideales de Febrero?”. A continuación transcribo, textualmente, el
trabajo enviado al periódico asunceño.
Ha llegado a mis
manos, vía correo electrónico, el artículo “¿Qué pasó con el febrerismo?”.
Después de haberlo leído encuentro algunas omisiones en lo que respecta a la
parte histórica del mismo. Me refiero a la parte que cuenta sobre la asamblea
de constitución que se realizó en Buenos Aires allá por el año 1951. Estas
omisiones u olvidos que observo, creo son importantes de destacar ya que, como
verán más adelante, el febrerismo que predican actualmente sus principales
referentes no tiene absolutamente nada que ver con el de sus fundadores.
En la actualidad
el PRF, y desde fines de los años 60, está afiliado a la Internacional
Socialista; este solo hecho cambia totalmente el primigenio sentido del
partido, ya que en uno de los puntos de su acta fundadora dice más o menos lo
siguiente: “ningún socialista podrá pertenecer al partido Febrerista”; más
claro, el agua. Pero quisiera apoyar esto que digo con dos testimonios; el
primero, una transcripción textual de parte del libro del doctor Juan
Stefanich, “El 23 de octubre de 1931”, obra publicada por la editorial Febrero,
en Buenos Aires en 1959; y el segundo, una entrevista realizada al coronel Rafael
Franco, máximo referente histórico del Febrerismo, por la revista “Así Es”,
editada en Asunción en enero de 1965, esta entrevista fue hecha con motivo del
regreso definitivo de Franco al Paraguay. Como todos los viejos políticos e
historiadores saben, y para los que no lo conocen, el doctor Stefanich fue
ministro de Relaciones Exteriores del Paraguay durante el gobierno del coronel Franco,
amén de ser profesor de derecho internacional privado en la Facultad de Derecho
y Ciencias Sociales de Asunción y uno de los principales protagonistas de la
fundación del PRF que se realizó en el exilio. El doctor Juan Stefanich fue
partícipe fundamental de las tres reuniones, las más importantes, que tuvo el
partido Febrerista para llegar a su constitución. Dice el Dr. Stefanich: “El
Partido Revolucionario Febrerista tiene una formación que puede reputarse como
americana, rioplatense y paraguaya. Su estructuración progresiva ha sido
elaborada y votada en tres capitales del Río de la Plata: Asunción, Montevideo
y Buenos Aires. En 1936 se fundó, en la primera, la Unión Nacional
Revolucionaria; en 1945 se constituyó, en la segunda, la Concentración
Revolucionaria Febrerista y, en 1951, se constituyó en la capital argentina el Partido
Revolucionario Febrerista como organización definitiva de la Revolución de
Febrero. Tuvimos el privilegio de presidir en las tres oportunidades los
debates partidarios y el de ser gestores principales de la definición ideológica
consagrada”. Seguidamente, el autor hace un profundo análisis sobre la
situación en la que se encontraban los exiliados paraguayos (campesinos,
intelectuales, profesionales, miembros de las Fuerzas Armadas de gloriosa
actuación en la contienda chaqueña, etc.).
Posteriormente,
cuenta que en Buenos Aires, se creó la “Escuela de Capacitación Febrerista”,
fundada por el doctor Bartolomé Ortiz y sostenida bajo su dirección a través de
largos años de labor. “En esa escuela –dice el doctor Stefanich–, semillero y
oasis de ideales y esperanzas paraguayas, se hizo la exégesis esclarecedora del
magnífico programa febrerista proclamado por la Convención de 1951, se ratificó
y justificó con fundamentos irrebatibles la firme posición del febrerismo en
apoyo y defensa del mundo libre occidental contra el absolutismo imperialista
del comunismo soviético, que amenaza la paz del mundo, la libertad del hombre,
la existencia de las naciones y las nacionalidades soberanas e independientes
del mundo entero. En esa escuela expusimos a nuestros oyentes, como programa de
urgencia, un plan de salvación nacional con objetivos perentorios e impostergables
de paz, de convivencia democrática y de libertad en cinco puntos”. Aquí, por
razones de espacio, salto los cuatro primeros puntos para pasar directamente al
quinto: “Apoyar firme y decididamente al mundo libre y democrático occidental y
proscribir el comunismo imperialista y totalitario como un peligro para el
hombre, para las naciones libres y para la especie humana”. Más adelante, el
autor cuenta que en la Convención del Partido Revolucionario Febrerista de 1951
“fueron expulsados de las filas partidarias los comunistas comprobados y
suspendidos por tiempo indefinido los sospechosos de serlo”. Continúa su relato
diciendo: “La infiltración comunista realizada en el febrerismo a fin de
rectificar los pronunciamientos de la Convención de 1951 chocó fuertemente con
la enseñanza y la prédica impartidas desde la Escuela de Capacitación
Febrerista de Buenos Aires; y las tentativas de dejar sin efecto las
expulsiones votadas y la definición internacional contra el comunismo, así como
la de rectificar el ideario democrático consagrado por el voto unánime de los
convencionales de 1951, fracasaron en forma rotunda”.
Prácticamente en
el final de la obra, el autor nos cuenta que al clausurarse las clases de dicha
Escuela de Capacitación, en 1957, se le entregó a los concurrentes un cuadro de
pronósticos sobre el porvenir (pronósticos: internos partidarios, continentales
americanos y mundiales). En estos encuentro algunos de ellos más o menos
acertados y otros errados, pero, sin dudas, el pronóstico mundial es asombroso
por lo certero, y dice lo siguiente: “El porvenir del mundo no pertenece al
comunismo: pertenece al mundo libre y a las naciones libres y democráticas,
soberanas e independientes”. “Es casi seguro que la tercera guerra mundial no
se producirá. Pero se producirá una violenta revolución anticomunista mundial
promovida por el pueblo libre de Rusia y seguida de todas las naciones
sometidas a la esclavitud soviética. Probablemente el destino de Rusia no es
otro que el de la aparición de un número imprevisible de naciones libres,
independientes y soberanas, que integrarán el concierto libre del universo”.
¡Más de tres décadas antes de que sucediera!
Ahora transcribo
parte de la entrevista realizada a Rafael Franco por la revista “Así Es”.
El periodista le
preguntó: “¿Puede considerarse al Partido Revolucionario Febrerista un partido
de Izquierda?” Y Franco respondió: “El febrerismo es un movimiento
esencialmente paraguayo, que surgió de la masa de excombatientes de la guerra
del Chaco como resultado espontáneo del espíritu de la victoria. Con raíces tan
profundamente paraguayas, la Revolución de Febrero tiene su propio contenido,
medularmente paraguayo, totalmente independiente de ideologías foráneas así
sean de derecha o de izquierda; rechazamos y repudiamos por igual las doctrinas
nazi-fascista y comunista. Para alcanzar este objetivo, el PRF eligió una ruta
de la que nadie podrá desviarlo: la Democracia, consubstanciada con la soberanía
popular y la igualdad ciudadana. Nuestra nacionalidad nació con esos
principios, en la primera hora de su existencia. Para su gloria imperecedera,
la Asunción, llamada la muy ilustre, puede ser considerada como cuna de la
democracia en Hispanoamérica. El movimiento febrerista no necesitaba pues, ni mucho
menos, inspiraciones foráneas para elegir su propio y auténtico derrotero
paraguayo trazado por nuestros próceres. Cuando los ex combatientes del Chaco
trajimos de Cerro Corá los restos del mariscal Francisco Solano López y los
depositamos en el Panteón Nacional de los Héroes, que el gobierno de la
Revolución había hecho terminar como comienzo de una nueva época, no nos
situamos ni a la derecha ni a la izquierda de doctrinas extrañas a nuestro
medio. La Revolución de Febrero rescató aquellos restos gloriosos, que
estuvieron abandonados durante más de medio siglo, y les rindió el más
grandioso homenaje nacional de que haya memoria en la República. Derogó los infamantes
decretos que pesaban, como una ignominia, sobre el recuerdo del guerrero legendario
y proclamó al gran mártir de Cerro Corá, conjuntamente con don Carlos Antonio
López y el Dr. Gaspar Rodríguez de Francia, beneméritos de la Patria. Nada de
todo esto ocurría porque sí, sin una causa determinante.
“El febrerismo,
como se sabe, dictó por primera vez en el Paraguay las leyes de carácter
social. La ley de reforma agraria con su lema de que ‘la tierra es de quien la
trabaja y cada hogar paraguayo debe asentarse en un pedazo de tierra propia en
el suelo de su patria’; la jornada de ocho horas de trabajo, el salario
familiar, la creación del Departamento Nacional del Trabajo, y aguinaldo se
deben al febrerismo, así como la creación del Ministerio de Salud Pública,
etc., leyes inspiradas todas en elevar las condiciones de vida de los
trabajadores, campesinos y obreros, con un criterio de justicia social
ajustando a nuestras realidades nacionales.”
Como se puede ver,
y aprender, de estos dos testimonios tan importantes, ya que son los dos
máximos referentes que tuvo el Febrerismo, Franco y Stefanich, las convicciones
de los viejos febreristas no tienen absolutamente nada que ver con el ideario
presente del Partido. Hoy se puede decir, sin temor a equivocarse, que los
actuales dirigentes febreristas han conservado el nombre de Partido
Revolucionario Febrerista pero la ideología del mismo, como dije al principio,
es otra. Es como si una tradicional marca de agua mineral se vendiera y los
nuevos dueños en vez de cargar la refrescante bebida cargaran en la botella,
que conserva el mismo nombre y dice contener el mismo producto, caña clandé en
vez de agua; el color desde afuera sería prácticamente el mismo, pero los que
la prueben se darían cuenta al instante del cambio, por consiguiente la pérdida
de clientela para esta bebida sería inevitable.
Estoy seguro que
esto que digo y transcribo a muchos no le va a hacer ninguna gracia y molestará
a otros, pero es necesario ver, conocer y aprehender nuestra historia tal como
fue y no tal como algunos quieren que haya sido; ya que conocer nuestra historia,
la verdadera y no la acomodada a gusto y paladar de políticos faltos de patriotismo
que sirven a grupos económicos foráneos, es tener las raíces bien metidas en
nuestro suelo patrio, también es una formidable manera de defender nuestra
cultura, y esto nos ayudará a no tropezar, históricamente hablando, con la
misma piedra una y otra vez (en este caso, tropezar con la misma piedra
significa caer, una y otra vez, en el engaño de los políticos profesionales de
turno).
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