EL CASO GRASSI


https://www.infobae.com/sociedad/2016/12/01/cuatro-libros-encargados-por-el-papa-aseguran-que-el-padre-grassi-es-inocente/
Desde que comenzó el caso Grassi no creí plenamente en la culpabilidad del cura, porque, como dice el inspector de la serie de televisión “Columbo”: “Aquí hay algo que no cierra”. Al término del primer programa de “Telenoche investiga”, en el que acusaron al sacerdote de uno de los delitos más aberrantes que pueda existir, como es la corrupción de menores, apareció en Canal 9 el acusado, frente a un panel de periodistas, explicando su inocencia y cómo habían tratado de extorsionarlo horas o días antes; después de esto menos me cerraba la posible culpabilidad del sacerdote.
Posteriormente y transcurridos varios días de comenzado el caso, estando el cura preso, el diario “Ambito Financiero” realizó una extensa investigación que fue contando día a día en sus páginas, demostrando a través de las notas un complot jurídico-periodístico, en el cual se involucraba a fiscales y jueces llegando hasta la cabeza misma del grupo Clarín.
Por supuesto que si en un principio no creí en la culpabilidad de este hombre, menos creo ahora. Pero este convencimiento pueden considerarlo subjetivo, porque la Justicia aún no se expidió en forma definitiva. Lo cierto es que el cura a pesar de quedar en libertad no puede entrar a la fundación que él creó, no puede exponerse en ningún medio a hablar del caso y menos nombrar a los acusadores, en una palabra: parece que no quieren que se defienda. Y también después del vuelco de la causa en forma favorable al padre Grassi los medios de comunicación, salvo el diario ya mencionado, comenzaron un sospechoso silencio sobre el tema que los vuelve, sugestivamente, cómplices con los acusadores.
Una fiscal le aconsejó al sacerdote que leyera “El proceso” de Kafka; otro, más que con la susodicha obra comparó el tema con la historia de “Cien años de soledad”, de García Márquez. Y sobre estas comparaciones, que no comparto, es que deseo expresar mi opinión.
Antes de leer los libros recomendados les aconsejaría leer, no al cura por supuesto, sino a los acusadores, el Evangelio; o que alguien les cuente a estos la historia de la Iglesia a la que pertenece Grassi; encontrarán que el primer inocente muerto por ayudar al prójimo es nada más ni nada menos que Jesús, el fundador; luego, todos sus apóstoles; más adelante hay un holocausto de cristianos. Pero no nos vayamos tan atrás, pasemos rápidamente a la orden de los Caballeros del Temple (Templarios) muertos en la hoguera después de una falsa acusación de conspiración (siglo XIII); la persecución a los jesuitas a fines del XVIII; las matanzas de religiosos en la Francia del terror (la revolución francesa), también en el final del XVIII; los miles de crímenes cometidos por los maoístas contra los hombres de Dios en China (siglo XX); los casi ocho mil muertos (quema de templos y violaciones de monjas mediante) en la España de los republicanos, también en el siglo XX. Pasemos rápidamente estos veinte siglos de historia de la Iglesia y concentrémonos en un caso, que también pasó en la centuria pasada.
Les voy a contar, brevemente, la historia del Padre Pío, más conocido como el cura de los estigmas. Este sacerdote fue consagrado santo hace muy poco, julio de 2002, por la Iglesia católica. Él había nacido un 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, pueblito del sur de Italia; a la edad de dieciséis años vistió el hábito franciscano y a los 23 años es ordenado sacerdote. El 20 de setiembre de 1918, o sea a los 31 años, recibe el carisma de los estigmas: son cinco llagas que manan sangre y que se mantienen durante cincuenta años (manos, costado y pies). Un 9 de enero de 1940, en la celda del convento del padre Pío nace la idea de la creación de la Casa Alivio del Sufrimiento y el 19 de mayo de 1947 se inicia la construcción, inaugurándose el 5 de mayo de 1956. Esta casa surge de la cabeza de este padre sin dinero: sobre una roca desnuda se crea un complejo hospitalario único en Europa. La fama del cura de los estigmas había trascendido las fronteras; no sólo por éstos era famoso, también lo es por su piedad y los milagros que ya le atribuían. La idea tuvo seguidores y benefactores y el primer donativo importante vino de Nueva York, del alcalde, prosiguiendo luego desde distintos lugares de los Estados Unidos y desde todos los rincones de la tierra. El padre Pío fue dispensado por sus superiores del voto de pobreza para que pueda manejar las donaciones. Esta monumental obra, como su nombre lo indica, atiende a la gente que no tiene recursos sin cobrarle un peso, y a los que pueden pagar los servicios una módica suma.
Por esta obra, por los intereses y la envidia que generó dentro y fuera de la Iglesia, el padre Pío tuvo que sufrir ataques, acusaciones de malversación, llegándosele a prohibir el manejo de los recursos de la misma. Decía el cardenal Lercaro: “Lo que apenaba al padre Pío no era tanto que se intentase disponer de la riqueza que representaba la Casa Alivio del Sufrimiento y de lo que afluía a ella por la caridad… (…) al hecho que lo hacían sufrir desde la Iglesia (…) con procedimientos arbitrarios, disposiciones durísimas, injuriosas, malignas…”. Por supuesto que la prensa se ocupó activamente de difundir los escándalos que perjudicaban al padre Pío, pero no de realizar una investigación profunda.
La cuestión es que a la larga este hombre de Dios fue sobreseído de todos los cargos. Falleció el 23 de setiembre de 1968, y apenas transcurridos treinta y cuatro años de su muerte la Iglesia, bajo el pontificado de Juan Pablo II, lo declara Santo, siendo el caso más veloz de canonización.
Como ven, el padre Grassi pertenece a una institución dos veces milenaria que ha sufrido y sufre persecuciones desde su creación; y con los miembros que más se han ensañado es, justamente, con los que han hecho obras; mejor dicho, con los que quieren o quisieron cumplir con el mandato de su creador, “dar de comer y aliviar a los que sufren”.

(Nota publicada en la revista Ñe'engatu, de octubre de 2003)



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