El 23 de octubre de 1931 y la política liberal de la historia
(Publicado en la revista “Ñe’engatu”, Bs. As., marzo de 2008, pp.
10-11)
El pasado 27 de octubre [2007], el columnista Alberto Vargas Peña en la
sección análisis del diario “La Nación”, de Paraguay, publicó un artículo que
hace un paralelismo entre el 23 de octubre de 1931 y la actualidad, en cuanto a
la indefensión de nuestras fuerzas armadas. Como, a mi modo de ver, incurre en
varios errores históricos decidí enviarle una carta de lector que fue publicada
el 29. Al Sr. Vargas Peña este comentario no le cayó bien, razón por la cual en
su artículo aparecido el 3 de noviembre respondió a la misma; le volví a
contestar, pero esta vez mi escrito, enviado ese mismo día, hasta la fecha no
fue publicado. Esta es la carta de lector dirigida a “La Nación”, con algunas
modificaciones, que no fue publicada.
Es más fácil que un olmo te dé peras que algún liberal (continuador o
descendiente de legionarios y revolucionarios de 1904) admita errores pasados y
que haga aunque sea un mínimo mea culpa, hasta la fecha no sé de ninguno. Le
aclaro Sr. Vargas Peña que aquí hablo en forma general y no me refiero a usted
en particular. Conozco y Ies he escuchado, cuando no leído, a varios, y estoy
convencido que a estos se los puede acusar de cualquier cosa, menos de ser
liberales. Y vuelvo a compararlos con los comunistas, porque estos tampoco
conocen lo que es la palabra humildad, aún menos reconocen las atrocidades que
han cometido a lo largo de la historia, y que siguen cometiendo. Pedir perdón,
aunque sea por un pequeño error, sería una muestra de debilidad inaceptable
para ambos partidos, y como la mentira es la base de sus proyectos necesitan de
muchas voces que se alcen al unísono para sostener una gigantesca estructura de
poder, que suele temblar ante la verdad de los hechos, que son la única
realidad.
Ud. ahora explica que los comunistas se oponían a la guerra pero
organizaron una manifestación en su defensa para asesinar al presidente, que
existe documentación y la declaración formal del encargado de cometer el
crimen, ¿entendí bien? Le pregunto, sobre los documentos, ¿serán por casualidad
recortes de “La Tribuna”, el diario oficial de aquel entonces, o la versión
oficial del gobierno que buscó justificar la matanza? Y la declaración formal
del magnicida fracasado, ¿no le huele a comedia, como la que se montó con el
caso Argaña, con los supuestos asesinos arrepentidos? Por otro lado, ¿qué
interés puede tener este partido para asesinar al Presidente, que es miembro de
un grupo político que autoriza su funcionamiento y les permite predicar su
ideología? Otra pregunta, Sr. Vargas Peña, ¿me puede explicar cómo un partido
con tan poca convocatoria puede organizar semejante manifestación, porque no
eran pocos, dos días seguidos y llevar como oradores a Stefanich y Natalicio
González? Si me dice que podrían haber sido infiltrados o quintacolumnistas,
está bien; pero que los comunistas organizaron la manifestación del 23 de
octubre, esto no se lo cree ni usted.
De hecho en el gobierno de Franco hubo uno de tendencia comunista,
salido de las filas liberales: el Sr. Jover Peralta participa como ministro del
Interior al principio de aquel gobierno, es el creador del famoso decreto 152
que produce una crisis en el gabinete que termina en 48 horas con la salida de este
y otro más, si no me equivoco Freire Estévez, y sabe qué: una vez derrocado el
gobierno de Franco, el Sr. Jover Peralta le envía un telegrama de felicitación
al nuevo presidente, el Dr. Paiva. Qué coincidencia ideológica, ¿no? Aquel
gobierno de 1936 fue permanentemente boicoteado por dos frentes, por un lado
los liberales desde el exilio y por otro los activistas comunistas, que no
lograron controlar aquel movimiento. Los párrafos que a continuación
transcribo, extraídos de un libro publicado en 1937 que contiene los decretos y
obras de aquel gobierno, sostienen esta convicción. Uno de ellos, el discurso
del 1º de mayo de 1936 pronunciado por Franco, dice claramente: “En presencia
de los temores que todavía subsisten en algunos sectores de opinión de que la
Revolución Paraguaya pudiese caer en algún exceso de doctrina extremista, nos complace
ratificar nuestras primeras declaraciones en la forma más firme y categórica:
no hay riesgo ninguno de que el Paraguay abrace la doctrina comunista ni adopte
sus emblemas ni sus procedimientos de lucha o de gobierno” (destacado en el
original). Otro, el decreto-ley 1060 del 5-5-1936: "Que la Revolución no
acepta el concepto ilimitado de la propiedad con su ius abutendi, así como lo
entendía el Derecho Romano; ni tampoco el colectivismo o comunismo agrario, que
disuelve la propiedad privada a favor del Estado…”; y el decreto 5.484 por el
cual se declaran punibles las actividades comunistas y se establecen las penas
correspondientes, fechado en Asunción, el 7 de octubre de 1936. Le vuelvo a
reiterar la afinidad o coincidencia de fines que tenían ambos partidos, liberal
y comunista, en aquel entonces, eran: primero no defender el Chaco y luego
derrocar al gobierno de Franco. Bueno, eso era en aquel entonces, ahora vemos
que hay liberales que apoyan a Lugo y su neosocialismo, así que no han cambiado
mucho.
Ud. dice que la seguidilla de dictaduras comenzaron en 1936, yo le
diría que haga un pequeño esfuerzo y mire un poquito más atrás, 1904. Capaz que
leyó en algún libro que explica que aquello no fue un golpe de estado gestado
entre miembros de una fraternidad, que recibieron un discreto apoyo desde el
país vecino, capaz que cree que fue un levantamiento popular contra el
gobierno; que de 1904 a 1936 no hubo ninguna persecución a la oposición y que
las elecciones que se sucedieron en esos años fueron las más democráticas en la
historia paraguaya. El staff del gobierno que cayó el 17 de febrero de 1936
empujado por los revolucionarios, le digo empujados porque no hacía falta mucho
esfuerzo para que cayera, como una fruta podrida que cuelga del árbol solo
basta una brisa para tirarla, nuestros “héroes", que se los recuerda, como
lo expresé en la anterior carta, en los nombres de las principales arterias y
cuanto pueblito hay, marcharon al autoexilio con más pena que gloria, donde
volvieron a reencontrarse en Bs. As. con sus fraternos hermanos, y así
retomaron fuerzas para volver, intrigas mediante, con más odio y más rabia que
en 1865 o 1904. Y el 13 de agosto de 1937 comenzaron las persecuciones, las
muertes por tortura, creo que no hace falta que le recuerde los nombres; el
Bando Nº 1. que advertía que si se encontraba un grupo de personas en la calle
conspirando o hablando mal del gobierno, podían ser fusiladas con la sola
presencia de un oficial del Ejército, ahí en el acto, sin más vueltas, jefe de policía
en ese momento, Arturo Bray. Y para culminar la época que reinó el partido
Liberal, como broche de oro, nuestro mariscal post mortem nos legó el decreto
dictatorial de 1940, del que se sirvió hasta Stroessner.
Dice Ud.: “la guerra se ganó en el plano militar pero inventaron la
pérdida diplomática”, que “este disparate fue debidamente refutado no con
argumentos sino con documentos”. Bueno, veo que tiene a mano el libro de
Querejazu Calvo, “Masamaclay”, que usted menciona entre sus argumentos, entonces
relea el punto “El tratado de paz, amistad y límites” de dicho libro, donde hay
un párrafo que expresa claramente: “(...) La delegación paraguaya aceptó
retroceder sus pretensiones de las salidas de la cordillera de Agüaragüe y de
las proximidades de Villamontes a la Esmeralda, a cambio de mejoras en el Norte
con relación a la línea propuesta por la conferencia el 27 de mayo. El gobierno
paraguayo prefirió que esa línea no apareciese como resultado de un
consentimiento expreso de su parte, sino de un fallo arbitral de transacción,
por razones de política interna. Además, se nombró como presidente de la
delegación al mariscal José Félix Estigarribia para que interviniera con su
firma en el acuerdo y así darle más fuerza ante la opinión pública de su país.
Los cancilleres Báez y Diez de Medina firmaron un acuerdo secreto, junto con
los mediadores, fijando la línea fronteriza entre Bolivia y Paraguay y
conviniendo que esa sería la línea que el tribunal arbitral a nombrarse
establecería oficialmente en su fallo. (...) Mediante este tratado se simuló
someter al arbitraje de los presidentes de la Argentina, Brasil, Chile, Estados
Unidos, Perú y Uruguay como a árbitros de equidad, una faja de 41.500
kilómetros cuadrados, extendida desde el río Pilcomayo hasta el río Paraguay a
la altura que ocupaban los ejércitos al terminar la guerra...”. Queda claro que
la pérdida diplomática no es ningún disparate, y la palabra “pérdida” que usted
usa es un eufemismo, el término correcto sería entrega.
Y en cuanto al último punto, la venta de armas a España en el gobierno
de Franco, esta se realizó en acuerdo de ministros y estaba perfectamente
demostrado que la operación no afectaba el equipamiento del ejército, y en el
turbio negocio como es la venta de armas no creo que haya habido en la historia
del Paraguay un hecho tan claro y transparente, pero como no tienen mucho de
qué agarrarse para criticar aquel gobierno si bien antes lo hacían con el
decreto 152, que ya conocemos su origen, ahora lo hacen con el asunto de las
armas. Lo que no dicen es que aquel gobierno se ocupó de comprar aviones para
las Fuerzas Armadas, aviones que quedaron arrumbados en el puerto de Buenos
Aires después del golpe de agosto de 1937.
Y sobre la indefensión de nuestro país, yo creo que he sido preciso y
si usted lo entendió al revés qué le voy a hacer, pero esta contestación no se
trata de si uno es más patriota que el otro, y estimo que lo lastime la
indefensión actual de nuestro ejército. Pero pienso que más lástima da el dolor
de nuestros compatriotas por la pérdida de algún familiar o el secuestro y robo
que existe en nuestro país debido a la inseguridad; más lástima da ver cómo la
corrupción se ha enseñoreado en la política, y no precisamente desde hace 60
años; más lástima da la falta de objetividad de seudo intelectuales, cuyo
trabajo es mirar para el costado, justificar mediante la dialéctica las
atrocidades cometidas por sus patrones, defender una política de la historia
que distorsiona los hechos al inventar modelos de cartón para oponerlos a los
auténticos valores que tenemos desde el campo intelectual, político y militar y
así lograr, con este trabajo lento pero sin pausa que cercena nuestras raíces,
que nuestra sociedad no evolucione y caiga en un enfrentamiento fratricida al
inventar falsos héroes, reputándose éstos como patriotas por antonomasia. Esto
sí que lastima.
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