LA DELACIÓN COMO SISTEMA DE GOBIERNO SE VUELVE A PONER DE MODA

(Ñe'engatu, 2006) 

La Revolución Francesa tuvo su período de terror, que duró aproximadamente tres años; en ese lapso miles de personas fueron ejecutadas, muchas de ellas con una simple denuncia terminaban en la guillotina, previo simulacro de juicio, porque en estos procesos no hacían falta pruebas, “basta la palabra”, parece que decían los jueces.
Cuanto los bolcheviques tomaron el poder en 1917, también hicieron lo mismo; Lenin se identificaba plenamente con aquellos revolucionarios franceses, mejor dicho con ese período de terror que padeció Francia, siendo la delación la piedra angular de su sistema. El régimen que este implantó y que se mantuvo por más de ochenta años, le costó a Rusia y a los Estados anexados más de veinte millones de vidas; esta cifra no incluye los muertos en la Segunda Guerra Mundial, son solo los que murieron por hambre o persecución política.
La Alemania gobernada por Hitler también se caracterizó por este sistema “buchón” para destruir a los enemigos del nacionalsocialismo, o a los que creía que eran sus enemigos: mediante la simple acusación de conspiración, sin tener que comprobar el delator fehacientemente los hechos se ejecutaba o mandaba a los campos de concentración a las víctimas; lo mismo puede decirse que sucedió bajo los regímenes de Mussolini y Mao Tse-tung. Durante la dictadura argentina que comenzó con Videla también funcionó este sistema de delación, ninguno de los treinta mil desaparecidos que yo sepa fue a juicio.
El caso de Paraguay es especial, se puede decir que en nuestro país los pyragüés son ya una tradición, estuvieron y están con casi todos los gobiernos y, sin duda, se destacaron en el de Stroessner; es de hacer notar que cuando este cayó inmediatamente ofrecieron sus incondicionales servicios a los sucesores del Rubio, agregándose otros nuevos para seguir manteniendo la tradición. No se es pyragüé por opción, sino por vocación y la habilidad de nuestros pyragüés es notable, como podemos observar son ambidiestros, tanto se manejan por derecha como por izquierda.
Pero si algo tienen en común todos estos regímenes que menciono, es que hicieron de la delación un culto y del terror su arma preferida.
Traigo a colación esto porque hace poco sucedió un hecho de delación similar a los que se hacían bajo estos gobiernos. Me refiero a la acusación que le hicieron al ex embajador paraguayo, Orlando Fiorotto. Una simple denuncia, de una comisión formada ad hoc, bastó para defenestrarlo de su cargo; los argumentos que expuso el acusado para defenderse diciendo que no existía ninguna prueba que demostrara las acusaciones junto a la tibia defensa que hizo del mismo el premio Nobel alternativo, no tuvieron ningún efecto para cambiar la sumaria sentencia; ellos dijeron: “es culpable”, y chau.
En el ámbito judicial se dice que se sienta jurisprudencia cuando un fallo es innovador; de la misma manera, podemos decir que con este caso se ha sentado un precedente, pero no para la Justicia, ya que para esta deben haber pruebas, hechos concretos que justifiquen una sentencia; sí se ha sentado un precedente para el actual Gobierno, porque esta decisión que toma de defenestrar a un funcionario por una simple denuncia lo pone a la altura de grandes o pequeñas dictaduras.
Me imagino que los miembros de la comisión que realizaron la acusación deben estar muy contentos con lo que han logrado, y seguramente estarán convencidos de haberle hecho un bien a la humanidad. También, algunos, deben estar deleitándose con la sensación de poder que les debe causar esta situación. Ahora bien, con este precedente muchos deben cuidarse, no solo los que han tenido un pasado cercano al Rubio, también los que no tuvieron nada que ver, porque como se ve no hace falta ninguna prueba para condenar, solo basta la simple acusación de dicha comisión y sonaste maneco.
Creo que los integrantes de este tribunal neopopular deberían tener presente las enseñanzas del pasado: Robespierre, llamado el incorruptible, perdió la cabeza de la misma forma que sus sentenciados; la Alemania gobernada por Hitler, con su sistema de inquisición, fue destruida, junto con todos los cabecillas; el comunismo fracasó estrepitosamente, fecha de defunción 25 de diciembre de 1991, dejando el tendal de viudos y viudas; Mussolini y señora terminaron cabeza abajo; y los golpistas argentinos, presos.
Sé que en épocas de fanatismo es difícil reflexionar, ya que gobierna la pasión y no la razón, las masas se adueñan de las calles y aplastan a cualquiera que quiera interrumpir su paso; estas no poseen pensamiento propio, siempre hay un líder que las conduce y guía sus sentimientos. Tampoco a los componentes de la masa le interesan las pruebas, quieren hechos; si alguien del grupo acusa a otro de no sentir o expresarse como ellos, inmediatamente es condenado o execrado. Dentro de la masa nadie debe mostrarse diferente, ni indiferente al pedido del líder, a este no se lo cuestiona, so pena de ser acusado de traidor. Y cuando existen gobiernos demagógicos, que hacen creer que la masa es la que gobierna, pueden suceder hechos como en los regímenes mencionados.
Una última reflexión, para aquellos que creen que se puede acusar a cualquiera, de cualquier cosa, sin tener ninguna prueba: ¿no se dan cuenta que el sistema que aplican es el mismo que detestan? Porque los reclamos de las víctimas de hoy son producto de las injusticias que se cometieron con ellos, justamente, por la ausencia de Justicia.

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