Apuntes de viaje



Hace menos de un mes estuve por Asunción, en mayo, después de más de tres años volví a recorrer sus calles; volví a visitar la familia, los amigos y lugares que hacía mucho más tiempo que no veía. Pude observar que nuestro país en estos pocos años algo cambió, la inevitable globalización se ve va modificando nuestros hábitos y así se van perdiendo algunas viejas costumbres; y después de los sucesos de junio podemos decir que hasta los golpes de estado se han modificado, ahora tienen otro estilo, tienen la apariencia de ser un poco más democráticos. Pero, a pesar de todo, el Paraguay profundo subsiste, y éste es el que no se puede modificar, porque es el alma de la raza, y ésta es la que en realidad le marca los tiempos a la inevitable globalización, al menos en lo que respecta a nuestro país; porque las raíces del pueblo paraguayo están tan profundamente metidas en ese pedazo de suelo americano que siempre terminan modificando al foráneo, y que éste una vez rendido a su cultura, a su folklore, a su idiosincracia, acaba por convertirse en un paraguayo más. Desde los primeros españoles que llegaron allá por el siglo XVI, conquistadores conquistados por la mujer guaraní; hasta los actuales asiáticos, los que vienen del mundo árabe o de la vieja Europa, todos, indefectiblemente, terminan comiendo chipá, sopa y tomando tereré, ni hablar de los que llegan de los países vecinos.
Otra realidad palpable es que nuestro país es netamente comercial y comerciantes por naturaleza la mayoría de sus habitantes; el permanente “qué desea señor” o “señor en qué le puedo servir” y la amabilidad para ofrecer sus productos o solucionar cualquier inconveniente en cualquier negocio que uno entre destacan este aspecto, fundamental en el comercio; y le vuelve a uno a la realidad de cómo debe ser el trato vendedor-cliente, realidad que se pierde de vista al vivir en una ciudad donde el empleado de comercio le atiende a uno cuando tiene ganas y como si te hiciera un favor, cuando es al revés la cuestión.
La inflación se puede decir que en estos tres años que median mi ausencia varió muy poco, los precios casi estaban igual, el costo del pasaje en colectivo, un parámetro, sólo había variado doscientos guaraníes. Los cambistas en la calle, como siempre, ningún problema para conseguir dólares; también nuestro populoso Mercado 4 con su habitual bullicio. Pude observar que los políticos, ya en campaña para el 2013, debatían en la televisión con mucha altura. Lo que sí me perdí, a pesar de estar cerca, fue la manifestación del 25 de mayo que dieron en llamar “after office revolucionario”, pero para mi sorpresa al día siguiente en una reunión que tenía programada con jóvenes del PRF, al final de la misma me entero que fueron ellos los protagonistas de la convocatoria. Dicha reunión fue para mí una experiencia nueva y enriquecedora, no sé si para ellos, espero que sí. Después que me retiré vinieron a mi mente algunos recuerdos, de cuando yo también andaba por los veinte años; recuerdos que invitaban a la reflexión; y recordé que uno a esa edad quería cambiar el mundo; pero que a los cincuenta la vida te enseña que el que tiene que cambiar es uno y no el mundo, pero que cambiando uno en definitiva también cambia el mundo
En Asunción el “black Friday” se anunciaba para el primero de junio, ya no iba a estar; y nada hacía presagiar el otro viernes negro que en pocos días más se iba a realizar en Curuguaty. Lugo andaba por la India, una foto en los diarios frente al Taj Mahal lo atestiguaba; recorría el mundo, un periplo que duró poco más de dos semanas; y nada hacía pensar que sería el último de sus viajes como Presidente, espero lo haya pasado bien.
Otra realidad que palpé es que los que vivimos fuera del país, me refiero a los que estamos desde hace muchos años radicados en el exterior, poco y nada conocemos de la realidad política paraguaya; porque no basta con leer los diarios o escuchar los programas de radio por internet para entender lo que sucede realmente allá, el día a día que viven nuestros compatriotas. Y en este punto me refiero al reclame general por el voto en el exterior, en el que están de acuerdo el 99,9 por ciento de los que viven afuera; después de esta visita reveo mi postura; y aunque soy uno de los veinte y pico de mil que se empadronó el año pasado, mi conciencia me dice que no debo votar si vivo en el exterior; a pesar de que, modestamente, sé lo que quiero, qué clase de política debe regir en nuestro país y sé perfectamente a quien debo dar mi voto. Esto que digo soy consciente que no es políticamente correcto, pero prefiero ser políticamente correcto con mi consciencia. Quizás alguno lo entienda a partir de que la convocatoria realizada, el “after office…”, con mucho éxito a través de las redes sociales -y que luego siguieron convocándose para reclamar otros temas, entre ellos la eliminación de las listas sábana-, la primera fue para oponerse a la aprobación de un presupuesto multimillonario en dólares para supuestamente, entre otras cosas, financiar el próximo comicio que se veía enormemente encarecido por el voto en el exterior. Algo que sin duda se puede discutir, ya que su costo interno y externo bajaría enormemente si se usara la internet; pero esa es una decisión a tomar que parece por ahora está lejana; ya que nuestros legisladores por lo visto prefieren disponer del efectivo y en abundancia.
Y lo último, y para cerrar este tema, la realidad me marca que si quiero modificar algo, si quiero ser realmente útil a mi país en cuestiones políticas o sociales, debo vivir allá, sí o sí; y que en política mandan los hechos y no las charlas de café, que pueden ser entretenidas, pero sólo sirven para eso. Sé que el volver no es fácil, pero qué lindo sería poder hacerlo y terminar uno sus días en la tierra que lo vio nacer. Soñar no cuesta nada, ¿no es cierto?

Rafael Luis Franco




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