30 Minutos para la paz
Exposición
hecha en el acto cultural realizado en Casa Paraguaya el 14-6-2019
con motivo de la recordación del 84° aniversario de la Paz del
Chaco.
Como
recordación de la finalización de la guerra en nuestro país se
estableció el 12 de junio el Día de la Paz del Chaco, aunque el
verdadero cese del fuego recién sucedió dos días después, el 14.
Es así que los bolivianos recuerdan este día como Día del
Excombatiente, establecido en 1958, pero no es feriado, que me parece
más lógica esta fecha, porque es recién el 14 a las 12 hs. cuando
las armas callaron definitivamente.
Estas
fechas patrias se fijaron
al año siguiente de
finalizada la
contienda; en
junio de 1936 la Argentina y el Paraguay acordaron decretar feriado
el 12 de junio, y Bolivia recordar en todo el territorio esa fecha:
Los
decretos son los
siguientes. El
Presidente argentino
Agustín Pedro Justo
lo firmó el 9 de junio, Decreto N° 84.356, “Art. 1° Declárase
día de fiesta en toda la República el 12 del corriente”. El
presidente boliviano
David Toro lo hizo el
10 de junio, y entre sus artículos dice: “Art. 1° En homenaje a
los caídos en la campaña del Chaco, el 12 de junio se guardará
cinco minutos de silencio de horas 11.55 a 12 en todo el territorio
de la República, debiendo suspender sus labores en este espacio de
tiempo todas las actividades públicas y privadas del país. Art. 2°
En los cuarteles se guardará este silencio en formación; tan luego
como concluya se entonará el himno nacional y los Comandantes de
Regimientos arengarán a sus tropas explicándoles el significado
patriótico de este homenaje. 3° En las Facultades, Institutos
técnicos, Colegios y Escuelas de todos los ciclos se dictará por
los decanos y directores de establecimientos a primera hora de la
tarde del 12 de junio, breves conferencias cívicas alusivas a la
campaña del Chaco, exaltando la memoria de quienes cayeron en
defensa de la patria”. Y en el Paraguay el decreto lleva fecha 11
de junio, y dice: “Art.
1° Declárase feriado en todo el territorio de la República el día
12 del mes en curso, en homenaje al pacifismo americano y como
ratificación del espíritu de paz y de orden que caracteriza la
tradición histórica de la nación paraguaya”, firmado coronel
Rafael Franco, presidente provisional.
Podría
haber
tomado para esta charla informaciones de autores paraguayos, que
abundan sobre el tema, pero preferí tomar algunos
párrafos de la obra
“Masamaclay”, del autor boliviano Roberto Querejazu Calvo; muy
conocida y abundante en
bibliografía, porque
aporta datos muy
precisos, también tiene
una óptica y punto de vista que en muchos casos difieren totalmente
de la visión nuestra,
y considero bueno
conocer.
Querejazu
Calvo fue excombatiente, luego historiador, geógrafo,
abogado y diplomático
de larga trayectoria,
autor de numerosos libros y artículos.
Como
sabemos, la guerra propiamente dicha comenzó en junio de 1932,
aunque sin ninguna declaración formal de ambas partes. Y los
primeros combates se dieron en la laguna Pitiantuta, a la que los
bolivianos llamaron Chuquisaca. Que queda poco más abajo del
paralelo 22 entre los 60 y 59° de longitud.
“Pitiantuta”
significa
en el idioma de los indios Chamacocos que habitaban el lugar, “lugar
del oso hormiguero muerto”, y
la
misma fue
descubierta por una misión de exploración del ejército paraguayo
al mando de Juan
Belaieff
el
13 de marzo de 1931, este
era un oficial ruso escapado de la Rusia bolchevique, era
antropólogo, geólogo y lingüista.
Un año después, el 25 de abril de 1932, en un vuelo para tratar de
ubicar a una patrulla perdida, la descubrió el mayor Moscoso, del
ejército boliviano, quien
luego estuvo al mando de la fuerza que la ocupó y desalojó a los
soldados paraguayos, que habían establecido el fortín Carlos
Antonio López, esto tuvo
lugar
como
dije el
15 de
junio de 1932, la
guerra había comenzado.
Querejazu
Calvo refiere sobre los
hechos: “Desde que una
radio de Formosa dio la primera noticia del combate, el presidente
Salamanca había pasado horas de profunda meditación. Todos sus
esfuerzos para consolidar la soberanía boliviana en el Chaco sin
derramamiento de sangre se trizaban con los choques ocurridos en el
gran lago (Pitiantuta)”.
Como
sabemos, y está perfectamente documentado, todos los esfuerzos
diplomáticos fueron del lado paraguayo, los protocolos de años
antes, etc., no fueron respetados por el continuo avance de fortines
bolivianos en territorio en disputa, y la preparación militar de
Bolivia, la compra de armamentos etc. a la casa inglesa Vickers, el
apoyo aunque negado de la famosa petrolera norteamericana, etc. Bien,
pero noten lo que cuenta Querejazu Calvo un poco más adelante, y es
algo que contradice totalmente el párrafo anterior, en lo que
respecta a que Salamanca “no quería derramar sangre”, el autor
copia textualmente estas palabras, dichas por el presidente cuatro
años antes, cuando era opositor en la presidencia de Siles, y luego
de los sucesos de Fortín Vanguardia: “Bolivia tiene una historia
de desastres internacionales que debemos contrarrestar con una guerra
victoriosa, … Así como los hombres que han pecado deben someterse
a la prueba de fuego para salvar a sus almas en la vida eterna, así,
los países como el nuestro que han cometido errores de política
interna y externa, debemos y necesitamos someternos a la prueba del
fuego, que no puede ser otra que el conflicto con el Paraguay”.
Entonces,
¿dónde queda el Salamanca atribulado, preocupado y meditando las
acciones a tomar?
Dos
partes, dos visiones
Pero
hoy no me voy a referir a estas cuestiones, de responsabilidades,
etc., que son materia de largas discusiones, sino solo a los momentos
finales de aquella guerra que según este autor boliviano duró
exactamente tres años menos un día, pero según mis cálculos duró
tres años exactamente, ya que empezó un 15 de junio y terminó un
14.
Como
sabemos el protocolo se firmó el 12 pero el 14 era la fecha del cese
de fuego, y ambos comandos impartieron partes a sus respectivas
fuerzas. Leamos lo que dicen uno y otro.
La
orden de cese del fuego boliviano impartida por el general Peñaranda:
“Villamontes,
13 de junio de 1935. A partir de hora 12 mañana, deben cesar por
completo los fuegos en toda la línea del frente de operaciones. Las
tropas de primera línea permanecerán en sus posiciones, en
vigilancia. No se admitirá parlamentarios ni conversación de ningún
género con el enemigo. Si individuos aislados o fracciones del
enemigo se presentasen armados a menos de 100 metros de nuestra línea
con cualquier pretexto, se romperá fuego dando parte inmediato a
este comando, precisando el sector y la Unidad, a fin de que el hecho
pueda ser constatado en el terreno por los delegados militares de los
países mediadores. A partir de la misma hora no podrá darse
misiones de bombardeo ni exploración aérea, debiendo tenerse listas
las máquinas, en todo momento, para el cumplimiento de cualquier
misión”.
La
orden impartida por el general Estigarribia:
“Carandaití,
horas 8, 14 de junio de 1935, a las 12 horas, cesarán los fuegos en
todos los frentes. Las tropas harán alto a la hora indicada en el
lugar alcanzado, donde permanecerán hasta nueva orden”.
Como
se aprecia, hay una importante diferencia entre ambos partes, la
belicosidad del primero contrasta con la mesura del segundo.
Enterados
que la guerra cesaría, un ambiente de paz flotaba en el aire y en el
ánimo de los soldados, de ambos bandos. Un parte de la IV División
boliviana dice: “En este sector, regimiento Junín, oficial enemigo
solicitó parlamentar con oficial boliviano indicando que en Baires
habíase solucionado conflicto. Se ordenó responder con fuego de
automáticas”. Otro parte, de la 3ra. D: “Ayer los pilas gritaron
en el sector regimiento 12: “Bolís de
mala muerte, solo hasta horas 3 de la tarde estaremos en
guerra”, haciendo manifestaciones de alegría. Entre otros casos
similares.
Pero
como una última pincelada del diablo, como estampando su firma, que
es el artista autor de la guerra, el Comando Superior boliviano
dispuso que en la mañana del 14 de junio entre las 11.30 y las 12
hs., hora del cese, se hiciese un hostigamiento general en todo el
frente y con todas las armas. La loca
idea, no se me ocurre otro término para calificar esta actitud, era
“hacer una demostración del potencial bélico para impresionar al
enemigo y colaborar a la acción de la delegación boliviana en Bs.
As.”. Entonces, durante esa media hora, todos los cañones
bolivianos, morteros, ametralladoras y fusiles, dispararon sin
interrupción. Del otro lado, las tropas, alarmadas ante este
inusitado alarde a su vez respondieron, produciéndose en toda la
línea, desde el Pilcomayo hasta el Parapití, el combate más
intenso de toda la guerra. Durante esa media hora el soldado rogó
por su vida como nunca lo había hecho y disparó al azar, sin
embargo la guerra cobró sus víctimas en aquellos postreros minutos.
(Cita textual del autor Querejazu Calvo)
En
el libro publicado por el gobierno argentino (Ministerio de RREE y
Culto argentino, editado en 1939, titulado “La Conferencia de la
Paz del Chaco”) dice al respecto, y son informaciones de la
comisión militar neutral para la observación de la suspensión de
hostilidades que llegaron al lugar ese día: “A las 9.30 horas del
día 14 de junio de 1935 se alcanzó la zona de guerra (Base Aérea
de Filippis o Camacho), y a la hora indicada para la cesación de los
fuegos, se llegó al mismo frente de batalla en la plaza de
aterrizaje paraguaya de Ibamirante. Simultáneamente se había
llegado al Cuartel General Boliviano, la representación militar de
la República del Perú. En esta forma, se cumplió estrictamente el
primer acto impuesto por el Protocolo de Paz, y a las 12 horas en
punto del día 14 de junio de 1935, cesaban en absoluto todos los
fuegos en el extenso frente de operaciones que alcanzaba a unos 600
kms. Hasta minutos antes se había producido un intenso fuego de
artillería, morteros y armas automáticas que duró toda la mañana
de ese día.”
Se
acuerdan de la frase, u orden “nadie muere en la víspera”, bien
es en la víspera de la paz, ese es el sentido real, pero,
lamentablemente, desconocieron esto y varios murieron en la víspera.
Luego,
a las 12 en punto, todo acabó, el silencio invadió el lugar, el
silencio sobrecogedor, que invita a la reflexión luego de la
tragedia, en este caso la guerra; hay que imaginar y no es fácil
interpretar esos momentos, el sentimiento que habrá reinado en los
espíritus de los soldados y oficiales, seguramente muchos habrán
llorado por la emoción; por un lado la pérdida de tantos familiares
y amigos y por otro la alegría de haber salido vivos de aquel
infierno. Luego de ese silencio vinieron los gritos de alegría, de
uno y otro lado, y según cuenta el historiador boliviano citado,
“los ojos de paraguayos y bolivianos se buscaron a través de la
maraña.”
A
pesar del cese, como solo era un armisticio, no había para nada una
paz definitiva, estaba prohibido parlamentar entre adversarios; sin
embargo, lejos de respetar esta orden, en varios puntos los oficiales
querían conocer a su enemigo de tan solo hacía unos minutos. En el
camino Villamontes-Boyuibe, concertaron los oficiales una entrevista
en el campo de nadie, de ambos lados salieron simultáneamente, el
Regimiento Santa Cruz, boliviano, y el Toledo, paraguayo, avanzaron
hasta colocarse frente a frente, se saludaron militarmente y se
estrecharon las manos, y la frialdad y temor de los primeros momentos
enseguida se transformó en franca camaradería.
Entre
soldados y oficiales cambiaron escarapelas, cuchillos, bayonetas,
ropa, se sacaron fotos, en dicho lugar el hecho quedó registrado en
un grueso tronco marcado a fuego: “Los oficiales del 2 de
caballería, Coronel Toledo, en homenaje al primer abrazo fraterno
con el Santa Cruz, 9 de Infantería. 14-6-1935”.
Pero
el encuentro más importante, entre los dos comandantes en jefe,
Peñaranda y Estigarribia, recién tuvo lugar un mes después, el 18
de julio, el lugar elegido “Puesto Merino”, comprendido en la
zona de separación de los ejércitos y en un sector del campo
atrincherado de Villa Montes.
El
encuentro fue acompañado por los integrantes de la comisión neutral
y se dividieron así: Con el general Enrique Peñaranda quedaron. 1.
General Rodolfo Martínez Pita, argentino; 2. general Carlos Fuentes,
chileno; 3. Mayor John A. Weeks, americano; 4. capitán Mardoqueo
Muñoz, chileno y 5, el teniente 1ro. Hortensio P. de Brito,
brasileño. Al general Estigarribia acompañaron 1. general Alfredo
R. Campos, uruguayo; coronel E. Leitao de Carvalho, brasileño, 3.
coronel Germán Yáñez, peruano y 4 el Capitán Juan Esteban Vacca,
argentino.
También
estuvieron como
escolta los jefes de Estado mayor coroneles Toro y Garay, junto a la
banda militar boliviana
que le dio mayor realce a la reunión. En el libro del Ministerio de
RREE argentino
ya citado,
dice al respecto de este encuentro: “La oportuna ejecución de la
banda disimuló las lágrimas que brillaron en muchas caras de los
allí presentes, y los clarines rompiendo el silencio emocionante y
augusto del instante, atronaron el espacio con sones que
repercutieron en la maraña gris del extenso bosque chaqueño”. En
el libro de Querejazu Calvo esto dice el general uruguayo Alfredo
Campos, mencionado más arriba: “Al hacerse las presentaciones el
momento es solemne y emocionante. Los dos jefes se estrechan
caballerosamente las manos y pronuncian breves palabras llenas de
honor y concordia. La oportuna ejecución de la banda, disimuló las
lágrimas que brillaron en muchas caras de los allí presentes.
Peñaranda. Hombre recio, tiembla de emoción. Estigarribia tiene la
mirada dulce y tranquila. Una mesa tendida por atención del jefe
argentino, general Martínez Pita, da lugar a los brindis.
Estigarribia se dirige a Peñaranda y le dice: “General Peñaranda,
aprovecho esta circunstancia feliz para honrarme en declarar en
nombre del Ejército paraguayo que vuestro ejército, con el que
hemos combatido durante tres años, es sin duda uno de los mejores y
más bravos del mundo”. Peñaranda responde: “General
Estigarribia, son profundamente honrosas vuestras palabras y el
ejército de mi patria reconoce también en el vuestro las más
altas virtudes militares. Hemos luchado como hombres, general
Estigarribia. Vos conocéis la campaña y los factores adversos que
hemos tenido que vencer. Interpreto el sentimiento del Ejército de
Bolivia al brindar por el vuestro, que es un ejército de verdaderos
hombres”.
Al
despedirse, el general Estigarribia desprendió de su cinto una
pistola Colt en obsequio al general Peñaranda, le dijo: “Esta
arma fue una compañera que no se ha separado de mí durante toda mi
vida y toda la campaña. Nada mejor para mí que dejarla ahora en
vuestras manos como un recuerdo personal mío”. A lo que Peñaranda
agradeció vivamente. Más adelante, en otra entrevista en la que el
general boliviano se trasladó a Capirendá, a un almuerzo que
Estigarribia ofreció, el 23 de julio, en esa ocasión Peñaranda le
hizo entrega de un hermoso reloj de oro.
El
balance general de la guerra, datos bolivianos, nos dice:
Paraguay
movilizó 150 mil hombres. En la retaguardia unos 10 mil, cayeron
prisioneros 2.500 y muertos 40.000.
Bolivia
movilizó 200 mil hombres, en la retaguardia 30 mil, cayeron
prisioneros 25 mil y muertos 50 mil.
Y
para finalizar les voy a leer la transcripción de un diario de
campaña de un soldado u oficial boliviano, que bien podrían ser
tomadas como expresiones de un soldado paraguayo: “Al subir al
camión que nos iba a sacar del Chaco, sentí lo que no hubiera
creído posible, pena de abandonar lo que fuera nuestro destierro en
un infierno, con mezcla de temor por lo incierto del porvenir. Pena
de dejar esa vida de campaña en la que se convivió con hombres que
no podían hacer otra cosa que mostrarse al desnudo en lo que
realmente eran: generosos o egoístas, valerosos o cobardes, altivos
o miserables. Temor ante lo incierto del porvenir. Acaso tanto tiempo
pasado como bestias en la selva nos había hecho olvidar nuestros
hábitos civilizados. ¿Podríamos readaptarnos a los
convencionalismos sociales, reanudar la tarea interrumpida cuando
fuimos movilizados? … Cuando
el camión doblaba un recodo, dirigí una última mirada a la selva,
y por sobre el rugir del motor me pareció escuchar un gran clamor
que se elevaba desde la planicie abrasada por el sol. Eran las voces
de los muertos… de todos los camaradas que se quedaban allí bajo
cruces de quebracho o sirviendo de lápidas en sus propias tumbas.
Voces de adiós de los que no podían volver. De los que se quedaban
para siempre en la gran soledad del Chaco, marcando con sus despojos
la última frontera de la patria.”
Aunque
aquel acuerdo del 12 de junio era un armisticio de 10 días, como el
anterior después de la batalla de Campo Vía, que primero fue por 10
y luego se extendió dos semanas más; y la guerra casi otros dos
años; esta ocasión era distinta, ambos contendientes sabían que la
guerra había culminado definitivamente; exactamente a los tres años
de comenzada, una guerra que nunca debió darse.
http://www.paraguaymipais.com.ar/historia/30-minutos-para-la-paz/
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