En torno a la educación

"La sabiduría no es producto de la escolarización, 

sino de un intento a lo largo de la vida de adquirirla."
A. Einstein.



En la pasada Feria del Libro de Buenos Aires, unos expositores compatriotas presentaron una obra sobre el tema educación, y uno de ellos refirió una anécdota de Manuel Ortiz Guerrero y su maestro, el gran maestro que tuvo el poeta, Delfín Chamorro, y cómo el vate guaireño siempre le estuvo agradecido por sus enseñanzas; el disertante se explayó entonces sobre la importancia del maestro en la formación del alumno, que no cabe ninguna duda al respecto, y que es necesaria la formación de buenos docentes; pero no dijo nada sobre los alumnos; y es aquí que me entré a preguntar.
¿Cuántos alumnos pasaron por aquel maestro, muchísimos, y cuántos Ortiz Guerrero surgieron?, respuesta: uno solo. ¿Cuántos hombres destacados surgieron de sus aulas?, no creo que hayan sido muchos, seguramente habrá tenido este maestro alumnos excelentes, regulares y mediocres, como en todos los colegios.
Entonces, más allá de cuestionar la capacidad del maestro, que no se cuestiona porque cuanto mejor sea este el alumno tiene mejores oportunidades de aprender, encuentro que lo más importante en este asunto es la voluntad y vocación por aprender del educando, las ganas que le ponga y el apoyo familiar sin dudas. A lo que voy es que por más bueno que sea el maestro si el alumno no se interesa en el estudio, solo se limita a cumplir con sus tareas y no pone mucho más de su parte, no va a llegar muy lejos en su preparación para una futura carrera, una verdad de Perogrullo.
Y este cuestionamiento que me hice dio paso a otra reflexión. Noten que uno siempre critica el sistema educativo que tiene, que por supuesto padece de miles de fallas, y también vemos que cada generación o gobierno que se sucede no atina a mejorarlo; a pesar de que el presupuesto que se destina a este rubro no es gran cosa del PBI, encuentro que antes, y hablo de mi época de alumno primario, más de medio siglo, tampoco era importante; recuerdo que íbamos a la escuela con dos cuadernos, un lápiz, una lapicera de tinta (en esa época no había biromes), goma de borrar, algunos lápices de colores, un libro de lectura o manual y listo, todo eso entraba en un pequeño portafolio; y así también estudiaron generaciones anteriores a la mía, quizá con elementos mucho más precarios; y noten que de esas generaciones, que tuvieron una modesta enseñanza pública, ni siquiera privada, surgieron médicos, grandes profesionales en la ingeniería y arquitectura, y hasta premios Nobel, la Argentina ha dado numerosos hombres de ciencia, un Favaloro, un Milstein, un Leloir, grandes escritores, filósofos, etc.
Y comparemos al alumno de antaño con el de hoy día: el alumno va al colegio con una mochila que aparte del costoso valor de la misma en su interior lleva una fortuna en libros, celular, laptop, etc., que debe pesar unos 20-30 kilos por lo menos. Los libros, o manual, ahora son descartables, ya no es como antes que este libro se pasaba al alumno del grado inferior y el del superior se lo pasaba a uno, no ahora hay que escribir sobre el mismo de manera que solo sirve una vez, y material de muy mala calidad que los padres tienen que comprar todos los años; además de que, en función del deterioro del colegio público gracias a los infinitos paros y huelgas docentes, muchos prefieren la escuela privada donde tienen que pagar el costo de elevadísimas cuotas. No quiero ser mal pensado pero da toda la impresión que los sindicatos docentes han hecho todo lo posible en estas últimas cinco décadas para arruinar la enseñanza pública en función de la explotación privada, han desacreditado el público y los privados crecieron como hongos, cuando antes el privado no tenía buena fama, salvo los colegios de la elite, hoy es al revés; otro tanto es con la salud, pero ese es otro tema. Las pruebas PISA son un reflejo de la decadencia en la enseñanza.
Mi conclusión es que, por un lado creo que la educación, hace tiempo, la han transformado en un gran negocio, donde el que parece que menos importa es el alumno, esto salta a la vista; y por otro, y esto es lo que busco destacar, no importa tanto si el sistema educativo tiene sus fallas, siempre las tuvo y las tendrá, lo que verdaderamente importa es que uno se prepare más allá de lo que nos enseñan; si esto no se hace es medio inútil concurrir al colegio, porque en ese caso solo aprenderemos a leer y escribir, pero de qué nos sirve esto si luego no leemos verdaderamente, no me refiero a cosas pasatistas, sino a cosas que realmente alimenten nuestra cultura, que enriquezcan nuestro conocimiento; cada uno sabrá lo que le gusta y atrae; una persona podrá salir con un título del claustro, pero si no continúa alimentando sus conocimientos más allá de las materias que tuvo que rendir nunca va a saber más que lo justo para sortear la vida, luego no hay que lamentarse. Y esta autoeducación o autoformación se realiza a lo largo de la vida, esto hace a la evolución del ser humano, no los simples títulos académicos que solo nos preparan para una profesión.
Así que, como vemos, es fácil quejarse de la cosa pública, o echarle la culpa a los demás de nuestra falla en lo particular y como sociedad, pero deberíamos también preguntarnos qué hacemos en lo personal por mejorar nuestra educación, ¿hacemos algo?

En este nuevo siglo en que el conocimiento está al alcance de un click y los libros abundan como nunca, en papel y digitales, la consigna es no desperdiciar el tiempo en tonterías; tonterías que los medios nos proponen a diario; y si quiere perder el tiempo en tonterías que sea como relajación, después de haberlo aprovechado en algo que haya alimentado el espíritu o el saber.

http://www.paraguaymipais.com.ar/opinion/en-torno-a-la-educacion/


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