EL ALGODÓN PARAGUAYO EN ÉPOCAS DE LÓPEZ
Hace un tiempo se escucha decir y repetir que la razón de
Inglaterra para arruinar al Paraguay era para apoderarse de su algodón, debido
a la falta de este por la Guerra de Secesión, en USA; una idea bastante
descabellada, ya que nuestro país tenía como primer comprador a la Gran Bretaña,
y si ellos querían no tenían más que comprárnoslo. Pero los que insinúan esto
no conocen o se cuidan de decir cuál era la producción de nuestro país en esta
materia. Aquí como verán, Du Graty, relata cuáles eran nuestros rubros de
exportación en 1860, y el algodón no está entre ellos, pero sí nuestro gobierno
tenía en vistas hacer plantaciones extensivas justamente para exportar debido a
la escasez producto de la citada guerra civil norteamericana y las buenas
perspectivas que había por el alza de los precios. Y lo más incoherente de todo
esto, es que si los ingleses necesitaban desesperadamente el algodón que no
tenían producto de una guerra, ¿justamente iban a armar otra guerra para
conseguirlo? No tiene sentido.
Otro punto que no comentan, o no conocen, es que el Brasil
hasta entonces y siempre, tuvo inmensas plantaciones de algodón, era un cultivo
en el que no tenían rival en Sudamérica; entonces, fácil es darse cuenta que si
el Paraguay entraba a competir en este rubro, máxime con un algodón de calidad,
a los que iba a molestar es a los exportadores y terratenientes brasileños, no
a los ingleses; y esta sí puede ser una razón más, y de peso, para que el
imperio del esclavista Pedro II decidiera aniquilar al Paraguay. Pregunto, ¿alguien
sabe qué pasó luego de la guerra con el cultivo del Paraguay, creció,
desapareció, o hubo que esperar a llegar a mitad del siglo XX para que se
volviera el oro blanco paraguayo? ¿Y cuando se convirtió en oro blanco, quiénes
lo explotaban: brasileños o paraguayos? Veamos qué dice Du Graty al respecto:
“Resulta del cuadro precedente, que el valor de la
exportación se compone en primer lugar de la yerba mate, y en segundo lugar del
tabaco y de los cueros. Estos tres artículos han formado por sí solos, en 1860,
cerca del 90% del valor total de la exportación. La sola yerba mate representa
para ese año 65% del total del valor de los productos exportados.
"Hasta ahora el Paraguay no exporta para Europa sino cueros;
pero hay motivos para creer que dentro de poco serán objeto de un comercio de
exportación importante para Europa diferentes productos naturales de su suelo y
algunos de su industria agrícola. Entre los primeros, está fuera de duda que el
caraguatá o jute, el cáñamo de la palmera mbocaya, el achiote, el añil, la
rubia y otras materias para teñir, y maderas de ebanistería, productos cuya
calidad acaba de ser reconocida, encontrarían una colocación muy ventajosa.
Entre los segundos, el algodón, el tabaco y el café deben citarse en primera
línea. El gobierno del Paraguay siempre guiado por los verdaderos intereses del
país, acaba de tomar medidas para fomentar el cultivo del algodón en ambas
riberas del río. Ha comprendido que el momento era de los más favorables para
desarrollar la producción de esa materia, que falta en los mercados europeos
desde la lucha entre los Estados del Sur y del Norte de la Unión Americana. La
alza del precio del algodón permitirá fácilmente al Paraguay hacer concurrencia
al de otras procedencias, y aun cuando ese artículo volviese a tomar más tarde
el valor que tenía antes de esas discusiones, fácil es comprender que una vez
establecidas en el Paraguay grandes plantaciones de algodón, y hecha esta
materia un artículo de exportación, si una baja de precio viniese a tener
lugar, no tendría bastante influencia para paralizar esa industria, que no
tenía necesidad sino de una ocasión como la que se presenta para hacer comprender
todas sus ventajas. Aun suponiendo que el algodón pueda descender al bajo
precio de un franco la libra en los mercados europeos, los agricultores
encontrarían todavía un beneficio muy satisfactorio en el cultivo del algodón.”
Entonces, es evidente que las razones que pudo tener Inglaterra son muy otras a las que se "comentan" sobre el tema algodón; y la razón principal, entiendo, es su geoestrategia a nivel mundial; primero, fue quitarle a España sus posesiones en América, dividirlas y ayudarlas discreta y abiertamente en sus independencias; pero esto no fue porque la vieja Albión es un gran país civilizador y buscara realmente la "emancipación" de dichas naciones; fue todo lo contrario, fue para luego quedarse con la riqueza de estas posesiones, que ahora, una vez arruinada España, iban a ser suyas.
Entonces, es evidente que las razones que pudo tener Inglaterra son muy otras a las que se "comentan" sobre el tema algodón; y la razón principal, entiendo, es su geoestrategia a nivel mundial; primero, fue quitarle a España sus posesiones en América, dividirlas y ayudarlas discreta y abiertamente en sus independencias; pero esto no fue porque la vieja Albión es un gran país civilizador y buscara realmente la "emancipación" de dichas naciones; fue todo lo contrario, fue para luego quedarse con la riqueza de estas posesiones, que ahora, una vez arruinada España, iban a ser suyas.
Pero para poder seguir expoliándolas, tal como lo hacían en el resto de sus colonias, era preciso que no se desarrollen, que tengan una independencia relativa, más bien una dependencia de su banca si es posible, de su tecnología, pero lo más importante, es que estas bajo ningún punto de vista sean realmente soberanas, que no se desarrollen industrialmente, que no sean pueblos instruidos y menos que crezcan sus poblaciones.
Este es el meollo de la cuestión y geoestrategia política principalísima para el imperio anglosajón y sus descendientes, que poblaron América del Norte; esta es la regla base para mantener en el tiempo, por siglos si es posible, su poder cuasi omnímodo en el globo terráqueo; es bajo este principio, de no permitir el desarrollo de otras naciones, que han llevado las guerras, directa e indirectamente, a los dominios que ellos no controlaban; incluso la creación de las invasiones napoleónicas, la guerra de Crimea y las del siglo XX. Su principio fundamental es aquel viejo aserto: DIVIDE Y REINARÁS.
Por tanto, el Paraguay del siglo XIX, fue para ellos el "mal ejemplo" a destruir; de ahí que la gran prensa, tanto brasileña como argentina, iniciaran la campaña contra el "dictador" del Paraguay, la guerra psicológica se puso en marcha en forma implacable, de la mano de los títeres hermanos masones locales, controlados por sus Hermanos Mayores que viven allende los mares. Y así, le hicieron pagar caro al Paraguay su osadía, una guerra de exterminio, que servía también como ejemplo a sus vecinos, de los que les iba a pasar si no se avenían a sus "negocios".
Por tanto, el Paraguay del siglo XIX, fue para ellos el "mal ejemplo" a destruir; de ahí que la gran prensa, tanto brasileña como argentina, iniciaran la campaña contra el "dictador" del Paraguay, la guerra psicológica se puso en marcha en forma implacable, de la mano de los títeres hermanos masones locales, controlados por sus Hermanos Mayores que viven allende los mares. Y así, le hicieron pagar caro al Paraguay su osadía, una guerra de exterminio, que servía también como ejemplo a sus vecinos, de los que les iba a pasar si no se avenían a sus "negocios".
Este es el drama mundial que asola a la humanidad, unos pocos, sin moral ni alma, creyéndose los amos del mundo; salvajes que se creen civilizados porque visten frac, levita y galera.
Como ven, seguir explicando que la causa de dicha guerra fue el tema del algodón, no tiene sentido; solo tiene sentido en que es una distracción más para ocultar los verdaderos intereses geopolíticos con que se maneja el mundo anglosajón; que en este siglo XXI parece que su hegemonía está tambaleando.
Como ven, seguir explicando que la causa de dicha guerra fue el tema del algodón, no tiene sentido; solo tiene sentido en que es una distracción más para ocultar los verdaderos intereses geopolíticos con que se maneja el mundo anglosajón; que en este siglo XXI parece que su hegemonía está tambaleando.
Fuente: “La República del Paraguay”, Alfredo M. du Graty, 1862, p.
349-51.
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