Un cumpleaños de 15 muy popular
Buenos Aires, febrero de 2004
Hoy, 3 de febrero de
2004, se cumplen 15 años de la caída del dictador Alfredo Stroessner Matiauda,
quien gobernó al Paraguay por 34 años 5 meses y 27 días (sumar los días de años
bisiestos), superando largamente los gobiernos del doctor José Gaspar Rodríguez
de Francia, Carlos Antonio López e Higinio Morínigo, y también la solapada
dictadura del partido Liberal que desde el año 1904 hasta 1936 controló al
Paraguay rotando las figuras presidenciales a medida que se desgastaban
políticamente, pero sin soltar el poder que mantuvo a sangre y fuego.
Aquella noche del 2 y el 3 de febrero de
1989 me hallaba en Buenos Aires, en el trabajo (diario "La Prensa") me entero del golpe, que en un
primer momento se creía que hubo centenares de muertos, por suerte no fue así.
Luego de una semana del suceso, y sin tener planeadas mis vacaciones
en el Paraguay, de pronto me encontré con mi familia en viaje a Asunción. Al
llegar vimos que aún quedaban algunas señales de los daños causados por los
cañones y ametralladoras a lo largo de la avenida Mariscal López, que
rápidamente iban reparando.
Allá me reuní con varios
amigos, todos eufóricos por la novedad de no tener más al viejo dictador. Y hay
un par de anécdotas, contadas por ellos, que recuerdo; la de Juan Carlos es la
más simpática.
El era de familia de
extracción liberal, aunque no militaba siempre fue contrario al gobierno del
“rubio”, como solía llamarlo, y no veía la hora de que cayera o se muriera;
pero resulta que la noche del golpe estaba durmiendo, como la gran mayoría, y
pensaba que los estruendos de las bombas que oía a lo lejos eran parte de los
festejos por San Blas, y siguió durmiendo. Al otro día se entera de la novedad
y le dio mucha bronca, no porque cayera Stroessner sino porque se perdió el
acontecimiento que tanto había esperado; él me decía: “Mirá, 34 años esperando
que caiga y cuando lo echan estoy durmiendo y me lo pierdo”.
A otro amigo le pasó lo
siguiente: iba manejando tranquilamente su escarabajo en la cálida y apasible
noche asuncena por la avenida El Paraguayo Independiente y de pronto le
aparece, de contramano, un tanque; tan grande fue su sorpresa que no atinó a
nada, éste lo chocó y pasó por encima del pobre auto. Relataba tan
graciosamente su desgracia que provocó la risa general a pesar de ser
digno de conmiseración por las secuelas que mostraba del accidente: cabeza y
brazo totalmente vendados, renguera y numerosas magulladuras en todo el cuerpo.
“Se imaginan, en Asunción una ciudad tan tranquila, que de repente te aparezca
un tanque de guerra y chocar con él; es algo insólito”, decía mientras reía.
Pero anécdotas aparte y
tratando de ser lo más objetivo posible, que es la única manera de poder
analizar un hecho histórico-político, encuentro que después de 15 años poco o
nada ha cambiado y, por el contrario, mucho ha empeorado. Que el cambio, raje
de Stroessner, era necesario no hay duda; pero, realmente, ¿fue un cambio o un
recambio?
Las auténticas
revoluciones realizan cambios políticos profundos, dando giros de 180 grados, a
babor o a estribor; pero los hechos posteriores al golpe del 3 de febrero nos
demuestran que el consuegro golpista al agarrar el timón, a lo sumo lo habrá
movido un par de grados, porque él fue el alumno más aventajado de la escuela
stronista.
El general Andrés
Rodríguez, primer presidente posdictatura, nos regaló antes de pasar a peor
vida (ya que es muy difícil que donde esté viva mejor de lo que la pasó en esta), previa senaduría vitalicia, al ingeniero-empresario. A propósito, se me
ocurre una pregunta, qué hubiera pasado si los líderes políticos de ese
entonces, que se llenaban y se siguen llenando la boca con la palabra
democracia, le hubieran negado esta senaduría, ¿hubiera soltado el poder?…
Después vinieron Cubas Grau, la muerte de Argaña aún no esclarecida, el Marzo
Paraguayo con los inocentes asesinados en la plaza, Oviedo en el exilio, Machi
y ahora Duarte Frutos.
Pero lo verdaderamente
importante, que debemos tener en cuenta, es ¿qué pasó en estos años
posdictadura con la situación del hombre común en el Paraguay?; ya que los que
liberaron al país de la tiranía se supone que trabajan para él (ojo quiero
decir para el hombre común, no para el dictador), es indudable que se fue
deteriorando.
También, al principio se
creía que con la caída del “rubio” muchos volverían del exilio y el Paraguay se
repoblaría rápidamente. “Se acabaron los exiliados”, dijo Oviedo. Sí, muchos
retornaron, pero poco a poco muchos también re-retornaron; el entusiasmo se fue
diluyendo para luego continuar la emigración de compatriotas como en las
mejores épocas de la dictadura.
El drama
actual
Dos hechos. Hace pocos
días, en un programa radial de la colectividad paraguaya, una señora que recién
llegaba del Paraguay con su familia, para radicarse en la Argentina , contaba más o
menos lo siguiente: venía espantada, prácticamente huyendo de su país (nuestro
país), una de las razones era el horror que le produjo enterarse que a su hijo
le estaban ofreciendo drogas en el colegio, un chico apenas adolescente; la
droga se la ofrecen a la juventud, al principio, gratis para enviciarlos. Por
otra parte, un suceso terrible: un chofer chocó a un vehículo, muriendo en la
colisión el ocupante del otro rodado, que era un conocido narco, los amigos de
éste rápidamente secuestraron al chofer que apareció a las pocas horas muerto
con más de cincuenta impactos de bala. Si las cosas siguen así, no va a faltar
mucho para que se hable del “cartel de Asunción o de Pedro Juan”.
En la cuestión económica
no nos va mejor; nuestra moneda está como el dinero argentino de las décadas de
los setenta y ochenta; se acuerdan los chistes que se hacían diciendo que los
argentinos eran todos “millonarios”, porque ganaban millones de pesos; pero
para comprar una gaseosa, por ahí ésta les costaba cientos de miles, así de
depreciada estaba su moneda; bueno ahora nosotros somos los nuevos
“millonarios”.
Y si en los rubros
seguridad y economía no nos va bien, me quieren explicar cómo nos va a ir mejor
en salud y en educación.
Lo cierto es que a tres
lustros de la caída del longevo exdictador en el Paraguay se realizan todos
los años dos festejos muy especiales: el primero del calendario es el 3 de
febrero, la caída de la dictadura; y el segundo, el 3 de noviembre, aniversario
del “rubio”, festejo que realizan los vecinos del barrio San Pablo (exbarrio
Stroessner) con bombas y cañitas voladoras, seguramente acompañados por vecinos
de otros barrios; cumple este año, si llega, 92 pirulos. ¿Lo irá a saludar su
vecino Oviedo?
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