El neolegionarismo siglo XXI en el Paraguay
La aspiración
democrática no es una simple fase reciente de la historia humana. Es la
historia humana.Marco Tulio
Ciceròn (106-43 a .C.)
Yo creo que el mejor
medio de hacer bien a los pobres no es darles limosna, sino hacer que puedan
vivir sin recibirla.Benjamin Franklin (1706-1790)
La aspiración democrática no es una simple fase reciente de la historia humana. Es la historia humana.Marco Tulio Ciceròn (106-
Yo creo que el mejor medio de hacer bien a los pobres no es darles limosna, sino hacer que puedan vivir sin recibirla.Benjamin Franklin (1706-1790)
Una buena noticia de parte de nuestros parlamentarios, la
decisión de rechazar el acuerdo firmado, discretamente, por el presidente Lugo
en Montevideo, el Ushuaia II; que junto al rechazo por parte de un sector de la
entrada de Chávez al Mercosur, la aprobación del voto en el exterior y ahora
con la reciente ley que elimina las listas sábana, que esperemos no haya
ninguna trampa de por medio, cartón lleno; son merecedores de un 10 y
felicitado de parte de los que aún creen en el sistema democrático, la vigencia
de las instituciones y la soberanía de los pueblos.
Pero sobre el Tratado-Protocolo, casi secreto, que se ha dado en
llamar una especie de nueva triple alianza, legionarios mediante, que no está
lejos de la realidad, pensé: cuántas veces nuestro país entregó su soberanía o
permitió que se inmiscuyan en nuestra política. Y vi que para empezar hay que
remontarse más de un siglo, desde la penetración en Asunción por parte de los
aliados en enero de 1869. En ese entonces dio comienzo el primer gobierno
títere, en el que disputaron su control brasileños y argentinos; los primeros
se impusieron por más de tres décadas, hasta que, vaya a saber por qué interés
o desinterés, le soltaron la mano al partido fundado por don Bernardino Caballero
y permitieron que los rioplatenses, a fines de 1904, tomaran el control,
autorrelegándose el partido Colorado, de acuerdo al Pacto del Pilcomayo
refrendado por el Centauro de Ybycui, a ser un mero actor secundario en la
política, tan secundario que hasta debía abstenerse de presentar candidatos a
la presidencia.
Estos ”salvadores” vinieron en dos barcos rebautizados
“Libertad” y “Constitución” (antes “Sajonia” y “Villarrica”), pertrechados y
alimentados por el gobierno porteño, tal como nos cuenta el investigador
norteamericano Harris Gaylord Warren en su obra “La revolución de 1904”: “La
injerencia argentina en el affaire era muy clara para el ministro británico en
Buenos Aires, quien observó ‘hubiera sido muy extraño que un barco pudiera
cargarse, armarse, equiparse y zarpar de un gran puerto como La Plata sin el conocimiento
-por no decir la connivencia- de las autoridades locales al menos’". Y más
adelante agrega: “A nivel internacional, la revolución marcó el triunfo de la
larga lucha de la Argentina
para despojar al Brasil del dominio en los asuntos del Paraguay. Por muchos
años, liberales importantes habían vivido en la Argentina , y debía
esperarse su adhesión a la
Argentina. Todos los principales líderes liberales eran
fuertemente pro-argentinos, y ciudadanos argentinos ocupaban altos cargos en
servicios del Gobierno. Un aumento de la influencia argentina, según el cónsul
británico, sería positivo para el Paraguay, como lo sería ‘un nuevo Gobierno
inspirado por ideas más modernas de civilización y progreso’. Por razones no
del todo comprensibles, el Brasil renunció a su rol de árbitro de los destinos
paraguayos. (…) Y así el triunfador de la revolución de 1904 fue la Argentina y no los
liberales paraguayos” (resaltado mío).
Dos puntos de este último párrafo que quiero resaltar: primero,
el que no le resulta comprensible la actitud del Brasil; aquí, para mí, no es
que el Brasil se desentiende del Paraguay, sino que es evidente que puede
manejar sus intereses económicos a través del gobierno porteño, que pasó a ser
un aliado suyo después de la batalla de Caseros, en 1852, que fue financiada
por el prestigioso multimillonario Barón de Mauá a pedido del emperador Pedro
II y, por ende, creo que desde entonces la política del Río de la Plata fue hábil y
discretamente controlada desde Itamaraty. Y el segundo punto, “no se benefició
la causa liberal”; la causa liberal como proyecto democrático, entendida
literalmente en su concepto político-económico, nunca existió o prosperó con
estos dirigentes, pero sí en algo se beneficiaron algunos de ellos: los que
permitieron el saqueo legal de nuestro país, que no lo habrán hecho gratis, porque
su filantropía más bien huele a licantropía.
A menos de dos años de asumir estos neolegionarios se inició la
ocupación del Chaco por parte de Bolivia, y parece que no por casualidad este
avance comienza durante ese período que se extiende a lo largo de casi tres
décadas de gobiernos liberales y llega a abarcar más de la mitad de la región
occidental; es porque los mismos intereses que financiaron la invasión de 1904
seguramente debían estar tras esta usurpación, y nuestros mandatarios,
concientes de ello, dilataban la defensa del Chaco con acuerdos que nunca se
cumplían, con la inacción, con el abandono de fortines, con persecuciones
políticas y hasta con matanza de estudiantes incluida, porque debían cumplir la
virtual orden de sus padrinos foráneos: “entregar el Chaco”. Pero no contaban
con el pueblo, un pueblo que tuvo su épico ejemplo en la Guerra Grande , y fue
así que contra todo pronóstico derrotista, contra toda la mala o nula
conducción de su comandante en jefe, con la ayuda de la Providencia y el
coraje del soldado guaraní se reconquistó un territorio que el invasor y sus explotadores
ya descontaban por ganado.
Y ese pueblo, ex combatientes, oficiales, campesinos y
estudiantes, a pocos meses de terminada esa guerra desplazaron, después de
treinta y dos años de dictadura, a aquel gobierno de testaferros poniendo en su
reemplazo a un gobernante que había demostrado honradez, inteligencia y
patriotismo en el campo de marte; y no se equivocó, porque en dieciocho meses
realizó obras que no tienen parangón y revindicó con firmeza los límites de nuestro
territorio con un equipo diplomático que no transó en la mesa de negociaciones,
como arteramente después sí lo hicieron, en 1938, los que derrocaron a ese
gobierno mediante una confabulación liberal-comunista, maestros de la intriga,
al firmar un tratado ampliamente favorable al vencido en la contienda chaqueña.
Demos vuelta las páginas de nuestra historia algunos años y
saltemos a 1947; otro hecho de directa intromisión externa, esta vez llevado adelante
bajo el gobierno de Higinio Morínigo, ex ministro liberal, que llevó a nuestro país
a la guerra civil, apoyado ahora por el partido Colorado aceptó la ayuda que, como
en 1904, le envió el gobierno argentino consistente en ametralladoras,
municiones, camiones, lanchas torpederas artilladas y de yapa la ayudita que impidió
la partida de Buenos Aires de las cañoneras “Humaitá” y “Paraguay” después de que
su tripulación se declarara a favor de la revolución; como se puede apreciar
fácilmente, sin este apoyo no hubiera sido posible el triunfo colorado y la
consiguiente expulsión de miles de compatriotas y dirigentes políticos. Así fue
que nuestra soberanía se entregó a una dictadura partidaria que luego,
curiosamente, tal como se retiró el Brasil en 1904 ahora era la Argentina la que da paso
a un futuro dictador que terminará sus días, muy bien protegido, en Brasilia.
Claro, el antiguo imperio brasileño tiene una visión clara de su
política de largo, larguísimo, plazo: la explotación de toda la zona oriental
que linda con sus fronteras, ríos incluidos; porque ellos ya veían en su
planificado horizonte la construcción de la mayor represa del mundo; la
invasión de los Saltos del Guairá se entiende que fue sólo el ardid para luego
dar pie al gobierno a solucionar el diferendo con la firma del leonino Tratado
de Itaipú.
Después que Stroessner regaló nuestra selva y la soberanía de
nuestros ríos, cuando ya no era útil, descartaron en 1989 al anciano dictador,
aunque con un retiro dorado que le otorgó Itamaraty por su lealtad y carísimos
servicios prestados. Le sucedió su consuegro y gran parte de la vieja
tripulación pirata, esa que nunca abandona el barco, que se ve que actúa así
porque no sabe nadar, o sea son los que sólo saben vivir de la teta del Estado.
Pero Andrés Rodríguez, más allá de la historia de los Carlos, ¿dio el golpe sin
apoyo externo? Para nada, se comenta que otra vez fue la mano argentina la
coordinadora y clave del éxito del operativo, y seguramente, como en 1904, con la
anuencia brasileña.
Es más que evidente el giro que dio nuestra política exterior a
partir de esa fecha; ahora las órdenes que nos dan, los apuntadores que están tras
bambalinas que dan letra y dicen lo que hay que firmar y acordar, provienen de
algún lugar oscuro y discreto del Río de la Plata. Y es así que nuestro actual presidente
calla cuando tiene que reclamar, habla cuando no hace falta y firma lo que le
ponen delante, sin leer la letra chica ni la grande y sin ruborizarse.
Ahora bien, lo que hizo don Lugo al poner su rúbrica en
Montevideo, a mi entender, es igual o peor que todo lo que anteriormente han
hecho nuestros clásicos legionarios, porque ellos no estaban en el poder,
buscaban el poder que no es lo mismo; pero este Presidente que ha recibido
democráticamente un mandato popular para gobernar y es su comandante en jefe,
lo que ha permitido con su firma en dicho protocolo, es la entrega lisa y llana
de nuestra soberanía, desconociendo la existencia del poder Legislativo y por
ende desconociendo a la opinión pública que en elecciones democráticas le dio el
mandato legal por cinco años y para que se ajuste a la Constitución , no para
que haga lo que se le dé la gana.
Lo peor, las intenciones non
sanctas que hay tras estos acuerdos: el neobolivarianismo siglo XXI busca instalar
gobiernos títeres, gobiernos similares a dictaduras estalinistas por todos
conocidas, porque la idea es continuar el saqueo del continente; y lo que en
realidad se impondrá en nombre del progresismo y de la revolución social es el
atraso y la esclavitud, con lo cual lo único que progresará será la pobreza, la
corrupción y la inseguridad.
Pero como la ambición es desmedida y está globalizada, para
lograr este objetivo por lo visto necesitan de estos tratados seudo legales
para socorrer al amigo dictador bolivariano (que no se aplican a un Piñera,
Santos o Lobo, por el contrario) cuando su gobierno sea ya insostenible debido
a la continua violación de la
Constitución o le hayan dado una patada en el traste como a
Zelaya.
Tal como pasó en agosto de 1937 cuando se unieron dirigentes liberales
y comunistas para derrocar al único gobierno que a lo largo del siglo XX volvió a hacer realidad nuestra soberanía, hoy,
nuestra demagógica izquierda, el neolegionarismo progre, es el que no titubea
en entregarla con el único fin que realmente pretende: perpetuarse en el poder.
Y por último, qué significa entregar nuestra soberanía:
significa entregar al extranjero la explotación de nuestros recursos mineros,
significa malvender, y sin valor agregado, nuestra producción de materias
primas; significa firmar acuerdos bilaterales que poco o ningún beneficio redundarán
al Estado; significa perseguir al empresario nacional; significa hipotecar por
generaciones el futuro de la república; significa postergar a toda una nación
en beneficio de capitales foráneos, entre ellos la usura internacional y el
narcotráfico; también significa mantener el subdesarrollo, con la explotación
de mano de obra barata, estupidizada, amedrentada y sometida por un sistema
totalitario que llegó al poder astutamente encabalgado en la lucha por los más
desposeídos y los derechos humanos.
O sea que significa la pérdida de la democracia y por tanto la
pérdida de la libertad, quedando los habitantes relegados a vivir -tal como
vivían en la ex URSS, la
Alemania oriental o la nazi y otras tantas dictaduras- en un Estado
carcelario donde los delincuentes son los que fungen de autoridades.
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