La muerte les sienta bien


El título del artículo es de una no tan vieja película, una comedia de tono satírico, que se acomoda perfectamente a lo que me quiero referir. Que es a los políticos y los conceptos populares que se tienen de ellos, que en general eran bastante malos cuando estaban en vida o en el poder y la metamorfosis que se produjo una vez que se fueron rumbo a lo desconocido. Van tres ejemplos, uno contemporáneo, el siguiente lleva 70 años desaparecido y los dos últimos son del siglo XIX.
Recuerdo el gobierno del Dr. Alfonsín, Presidente argentino que tuvo que renunciar seis meses antes de finalizar un mandato de seis años, recuerdo la inflación de ese año 1989, más del cinco mil por cien, superior a la Alemania de posguerra (la primera) y por lejos la mayor registrada en ese país; recuerdo el pésimo y carísimo servicio que prestaban las empresas de servicio, luz, gas, agua y teléfonos, todas estatales; el desastroso estado de las rutas y calles; recuerdo que al retirarse en las reservas del Tesoro apenas quedaban unos cien millones de dólares (se los habrán olvidado); recuerdo que los jubilados cobraban algo de 15 o 20 dólares mensuales; recuerdo el ataque al cuartel de La Tablada y cómo la prensa no oficial indicaba la vinculación de los terroristas con personas de ese gobierno; recuerdo los canales y radios en manos oficiales; en fin, no recuerdo otro gobierno peor que aquél y el alivio de la gente cuando se fue. Sin embargo, al poco tiempo aparecieron los opinadores amigos que explicaban los motivos del fracaso de aquel gobierno: “no lo dejaron gobernar”; y le echaron la culpa de toda su mala gestión al imperialismo, al neoliberalismo, al capitalismo, al Chavo del 8, etc. etc.; y de tanto machacar con estas explicaciones en pocos años el que fuera considerado el peor gobernante de la historia argentina resurgió de sus cenizas como un ex gran estadista y demócrata de la primera hora, y así pasó a la inmortalidad. Sus exequias estuvieron a la altura. Y hoy puede, gracias a esta fama pos mortem, un descendiente suyo, un calco en facciones, gestos y voz, aspirar a reprisar aquel gobierno; pero a no asustarse, se acortaron los períodos, ya no serán otros seis años de alfonsinismo, a lo sumo cuatro.
Otro Presidente que mejoró su imagen al irse al otro mundo fue don Félix Estigarribia, quien murió en ejercicio del poder; estuvo poco tiempo en el gobierno pero ese lapso bastó para crear rápidamente un decreto, apoyado por la mayoría de los dirigentes de su partido, con rango de Constitución de corte netamente dictatorial, fascista o comunista la que más les guste, que estuvo en vigencia por más de medio siglo y fue sostén de las distintas dictaduras que asolaron a posteriori al Paraguay; dicho documento le permitía gobernar a discresión, censurar a los medios so pena de confiscación, prohibir el normal funcionamiento de los partidos políticos, vivir en permanente estado de sitio, mandar al exilio a quien se le diera la gana, detener por tiempo indeterminado a cuanto opositor le viniera en gana, llamar a elecciones creo que no estaba incluido en el texto, etc. etc.; bueno, con todos estos datos se imaginarán que su prestigio también estaba por el piso, el de guerrero y el de estadista; pero hete aquí que apenas su cuerpo se desplomó a tierra y su alma se elevó vaya a saber adónde, se realizó la mágica transformación y su nombre hoy figura en calles, ciudades, rutas y parece ser que no hubo un genio militar, en el mundo, mayor que el del mariscal pos mortem. Y de paso los políticos que apoyaron su candidatura y exitosa carrera militar, tanto o más desprestigiados que don Félix, lograron asirse al carro de la posteridad que atraviesa sin sonrojarse las principales arterias y plazas de los pueblos que llevan sus nombres y apellidos, mientras que sus fantasmas pernoctan en el sacrosanto mausoleo capitalino que hoy se está cayendo a pedazos. Son nuestros próceres callejeros y ruteros.
También hubo otro Presidente argentino al que hoy le cantan himnos los alumnos de los colegios mientras él, desde el bronce o el cuadro, los mira con cara de enojado; sí, me refiero al Gran Sanjuanino; de quien, sin embargo, en vida la prensa no tenía muy buen concepto de su persona y los revisionistas se encargaron de sacarle los trapitos al sol (seguro que los historiadores oficiales deben comparar a los revisionistas como los chismosos de la farándula). Con referencia a su patriotismo y conducta transcribo escritos de dos medios de primera línea, el primero el diario “El Nacional” del 4-10-1868 expresa: “El señor Sarmiento ha sido el abogado de una nación extranjera contra su país, sosteniendo calurosamente los derechos de Chile para despojarnos de nuestros territorios”; y unos años después en el diario “La Prensa” del 23-3-1880 se podía leer lo siguiente: “Dondequiera que ha puesto la mano ha dejado los rastros de su carácter procaz, irascible y sanguinario… El ha ordenado a sus subalternos el degüello de sus prisioneros. El ha mandado clavar en picas las cabezas de los que combatían contra su autoridad y colocarlas en el trayecto de las vías públicas. El dictaba la sentencia de muerte de un centenar de soldados amotinados en Loncogüé. El mandaba tomar un jefe sublevado de Mendoza y por toda instrucción sobre su captura decía al general encargado de esa comisión que lo fusilara sobre un tambor”; seguramente el Che habrá sido un gran admirador de este hombre; y hay muchas más cosas dichas por él propio gran maestro que son más graves, como su opinión sobre el Paraguay publicadas en “El Nacional” del 12-12-1877: “Estamos por dudar de que existe el Paraguay. Descendientes de razas guaraníes, indios salvajes y esclavos que obran por instinto a falta de razón. En ellos se perpetúa la barbarie primitiva y colonial. Son unos perros ignorantes de los cuales ya han muerto 150.000… Al frenético idiota, bruto, feroz, borracho, Solano López, lo acompañan miles de animales que le obedecen y mueren de miedo. Es providencial que un tirano haya hecho morir a todo ese pueblo guaraní Era preciso purgar la tierra de toda esa excrecencia humana. Raza perdida de cuyo contagio hay que librarse”; éste es el verdadero Sarmiento o el que nos han pintado sus apologistas. Creo que con lo escrito basta para conocerlo en vida.
Y existen muchos otros, en distintos países sudamericanos y también europeos. El más claro ejemplo es Napoleón I, y si Hitler tiene un antecesor es sin dudas el gran corso, pero hoy día nadie lo ve como a un bárbaro y criminal dictador que quiso dominar el mundo como el alemán; infinidad de películas y libros se han encargado de mostrarlo de todas las formas posibles como un gran conquistador y visionario; sin embargo su locura costó cerca de dos millones de vidas.
Y como pueden ver, sin fanatismos, creo que el título de la película a este artículo le sienta bien, o tal vez el de esta otra película se acomode mejor: “El mundo está loco, loco, loco”.

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