Unasur: Cumbre de la hipocresía


Rápidamente concluyó en Bariloche el encuentro de mandatarios llamado Unasur, que a mi modo de ver bien se podría decir que fue la cumbre de la hipocresía. Sólo un tema dominó la escena: las bases militares norteamericanas en Colombia; que de acuerdo al gobierno cuestionado no son bases militares norteamericanas, son militares norteamericanos en bases colombianas, noten que no es lo mismo; pero si se expresa al revés cambia el sentido y sirve para fines políticos. Es como decir: “No es lo mismo llegar a la meta que te la…” o “un gato montés que te montés un gato”, bueno, se entiende, no es lo mismo… como dice Alejandro Sanz.
Pero para cualquiera que se precie de ser progresista, dos militares norteamericanos de visita en cualquier unidad extranjera ya constituyen una base o centro de espionaje de la CIA; un embargo económico se transforma automáticamente en bloqueo si éste va contra un Estado controlado por un dictador, perdón quise decir “líder”, que marcha hacia el socialismo vía proceso revolucionario permanente, y si hay miseria y atraso y la revolución no llega a su fin es por culpa de ese imperialismo que bloquea injustamente a sus ciudadanos y no les permite ir a gastar sus dinerillos en dicho Estado; pero hecha la ley hecha la trampa, se puede igual conseguir el metálico para sostener la revolución exportando ciudadanos en precarias balsas para que éstos, una vez instalados en el imperio, envíen las divisas que, de puro capitalistas salvajes que son, les niegan.
Y califiqué al comienzo de cumbre de la hipocresía porque eso es lo que dejaron ver algunos de lo mandatarios allí reunidos, la mayoría.
Nótese que éstos jamás manifestaron preocupación, en esta y en ninguna de las reuniones anteriores, porque Venezuela gaste cientos de millones en armas; tampoco les preocupa que compre armamento y submarinos a los rusos, a la vez que los invita a realizar maniobras militares; no les preocupa que se hayan encontrado armas venezolanas en poder de la guerrilla colombiana; no les preocupa que el gobierno de Venezuela se inmiscuya en la política de sus vecinos, a los que envía armas y maletines con dinero; no les preocupa que la guerrilla colombiana tenga, o tuvo, una base en Ecuador; no les preocupa el rearme boliviano; no les preocupa que Venezuela mantenga relaciones carnales con Irán y Corea del Norte; no les preocupa que Chávez cierre 10, 50 o 100 radios, tampoco les preocupa que reprima con violencia las manifestaciones estudiantiles que se oponen a sus planes educativos; no les preocupa la conexión narcoterrorista de Colombia con Paraguay y que este último sea el primer productor mundial de macoña.
Tampoco les preocupa una guerrilla (FARC) que lleva décadas asolando un país, con miles de secuestrados en condiciones inhumanas (los prisioneros en Guantánamo al lado de estos prisioneros están en un hotel cinco estrellas, pero éstos sí les preocupan a los derechos y humanos); no sólo no les preocupa nada que tenga que ver con los narcoterroristas, tampoco se solidarizan y menos ayudan al gobierno que las combate y ha tenido logros espectaculares, como la liberación de Ingrid Betancourt.
¡Sólo les preocupa que haya militares norteamericanos en bases colombianas! Justamente, se preocupan del país que tiene más tradición democrática, del país que si no fuera por su intervención en la II Guerra ahora estaríamos hablando, o chapurreando, el alemán; se preocupan del país al que han emigrado cientos de miles de sudamericanos para lograr lo que en sus países no pueden, o sea superarse, ¡y lo han logrado!, ¡y no se han olvidado de sus familias!: en conjunto remesan sumas millonarias que terminan, de uno u otro modo, en el erario de gobiernos que se preocupan por los militares norteamericanos en las bases colombianas.
De Venezuela para abajo no faltó ninguno; pero entre todos los mandatarios reunidos, el que más decepcionó, para mí, fue don Lula; a pesar de sus expresiones, que lo muestran molesto y crítico, no fue ni chicha ni limonada, ni caipirinha. El que sorprendió fue el peruano Alan García, con su aclarada broma al venezolano, que respondió con una mueca; Lugo salió bien en la foto; Bachelet está un poco más gorda y Tabaré no entendí qué dijo; Correa mostró una sonrisa de langa y Evo repitió un discurso. Chávez estuvo mesurado, quizás esperaba más de sus acólitos.
El centro de la reunión fue Uribe, el malo de la película; que al final no salió tan mal parado de un aquelarre copado por una mayoría que tiene que rendir cuentas antes que pedirlas. El colombiano dio explicaciones y aclaraciones, fue sumiso, no perdió el control aunque se le veía algo colorado el rostro, quizás un poco de presión alta, a la vez que mantuvo un lenguaje “diplomático” que de seguro habrá cambiado no bien abandonó el lugar.
¿Qué acuerdo lograron?, ¿para qué se reunieron?, ¿para qué fue Lugo? Son interrogantes que no creo que alguien, con sentido común, tenga respuesta. Pero el mundo y los políticos de esta región sudamericana se manejan así, a contramano de la realidad de los que viven con su economía al día, de ayer o anteayer en el mejor de los casos, y de los que convivimos con una inseguridad que crece exponencialmente. Esto, a los del Unasur, no les preocupa.
Los doce reunidos alrededor de la mesa, el número y la mesa, me recuerdan que hace dos mil años también hubo otros doce alrededor de otra mesa, un poco más humilde; en aquella uno de ellos traicionó a los otros once; ahora parece que es al revés, son once los que traicionan a uno. Y, los tiempos cambian.

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