De locos y de vivos


Hay un documental del histórico juicio de Nüremberg que, además de relatar cómo se llevó adelante el mismo, tiene para mí una parte más que interesante y reveladora, que es el detalle que cuenta la participación de uno de los fiscales, el ex juez
norteamericano Robert H. Jackson, que realizó el alegato acusatorio, de dos días de duración, y entre los considerandos más importantes, que es al que me voy a referir, está el punto crítico en que basa su acusación, al determinar que los nazis eran ya antes de asumir el poder una banda criminal, de delincuentes comunes, que se encargó de desestabilizar por todos los medios a los gobiernos que le precedieron para una vez tomado el control de la administración alemana cometer sus crímenes a nombre del Estado y pueblo alemán. Recuerden que, aparte del Holocausto, los nazis se robaron todo lo que pudieron tanto de su país como de los que invadieron, les sacaron hasta los dientes de oro a los muertos.
Entonces, en ese momento, me cerraron algunas cuestiones y vino la inevitable comparación con algunos gobiernos actuales que han asumido con técnicas similares a las que utilizó el nazismo, primero para llegar al poder y luego para aferrarse al mismo.
El caso más emblemático para mí es el de Bolivia. A fines del siglo pasado y en la primera década de éste la inestabilidad política de ese país fue constante debido a la presión de distintos grupos de movimientos sociales, entre ellos el de los cocaleros, que con las continuas protestas, las piedras que se colocaban en las rutas que producían el bloqueo y hacían intransitable los caminos y la irracionalidad de los manifestantes, con reclamos interminables, tornaron ingobernable al país, así consiguieron que sucesivos gobernantes terminaran por dimitir prematuramente; el primero fue Gonzalo Sánchez de Lozada, le sucedió su vicepresidente y a éste otro más que culmina el mandato en 2006 con las elecciones que dieron ganador al actual mandatario, que pertenece al movimiento social cocalero y al MAS, principal grupo activista responsable de la colocación de las ya citadas piedras.
Ahora bien, durante su primer mandato, Morales también tuvo levantamientos, manifestaciones masivas, protestas que su gobierno reprimió salvajemente, muertos de por medio, decenas de opositores exiliados cuando no presos; pero resulta que todos estos alzamientos, infinitamente superiores a los hechos que derrocaron a los gobiernos anteriores al suyo y por él protagonizados, que si se quiere viendo a la distancia y comparándolos fueron muchísimo menores y menos graves, no hicieron mella en su conciencia ni en su gobierno y por el contrario sirvieron para fortalecerlo aún más. Entonces es inevitable preguntarse, ¿por qué este gobierno no cae como cayeron por hechos menos violentos los anteriores?, ¿qué fuerza lo sostiene contra viento y marea? ¿Serán poderes ocultos tras bambalinas y transnacionales?
Igual se puede decir de los sandinistas en Nicaragua; que acaban de ganar abrumadoramente gracias a un abrumador fraude; y no hay escándalo, o al menos la prensa y las cadenas internacionales que informan en esta parte del continente se encargan muy bien de minimizar.
Otro tanto pasó en Venezuela antes de Chávez y después de Chávez; un general golpista que no tuvo empacho en mentir al pueblo descaradamente hasta el último minuto. El día previo al comicio que por primera vez lo ungió presidente dijo lo siguiente: que iba a respetar la libertad de prensa, que no iba a estatizar ninguna empresa, que en Cuba había una dictadura, que si el pueblo en algún momento se oponía a su gobierno él se retiraría inmediatamente, etc.; pero ahí continúa, abrazándose con cuanto dictador hay y pretendiendo eternizarse en el poder hasta que Dios lo llame, como al norcoreano.
Bien, hay muchas más similitudes de gobiernos que han llegado al poder por la vía democrática, igual que el nazismo, y una vez en él se han encargado de cambiar las reglas de juego, manipular la justicia y aplicar las leyes discrecionalmente a quien ellos consideran que hay que aplicársela. Pero noten que hay una constante en este tipo de gobiernos pseudodemocráticos: la inseguridad y la corrupción, que aumentan a medida que el poder de estos se intensifica y, ¡qué casualidad!, son los temas que menos les preocupa.
Otro hecho que realiza esta clase de gobierno similar al nazismo y sirve para consolidar su poder es la persecución a los opositores: descabezan cualquier intento de oposición; si no pueden controlar in toto a la prensa, la manipulan dándole espacio a una caterva de opositores irrelevantes, cuando hay elecciones.
El cambio de la Constitución es fundamental para los neodictadores; cambiar las reglas del juego es indispensable para sus fines. Pero entonces deberían también cambiar el nombre del juego, ya no debe seguir llamándose democracia; sí podrían llamar a su estilo de gobierno oclocracia, cleptocracia, bolacracia, o al que al dictador se le ocurra, pero bajo ningún punto de vista democracia; porque es como si me invitas a jugar al ajedrez y como no te puedo ganar entonces para poder vencerte y ganar siempre decido mover las piezas como a mí se me antoja; pues ya no sería más ajedrez, al juego habría que inventarle otro nombre; o mejor dicho, en realidad se acabó el ajedrez con lo cual tú levantas el tablero y te marchas, tal como hace la verdadera oposición en estos gobiernos.
Otro signo inconfundible que tiene este tipo de gobernante, similar al nazismo, es la obsesión compulsiva que les da por cambiarle el nombre a su República, a su bandera y a sus más sagrados símbolos patrios. Para los desmemoriados les recuerdo que el nazismo reemplazó la bandera alemana por una esvástica y los bolcheviques cambiaron bandera y nombre a su nación, y noten que los bolivarianos y antes los camaradas cubanos hicieron otro tanto en sus respectivos países. En el caso de Venezuela hasta el color que identifica a los chavistas es un calco del rojo nazi.
Otro hecho similar al nazismo, y anterior a él: les resulta decisivo para imponer esta política totalitaria de largo plazo buscar identificar la causa en una figura, a la que hay que seguir como a un dios infalible. Todos los regímenes dictatoriales han realizado el  culto a la personalidad del líder: Lenin, Stalin, Mao, Hitler, Gadafy, Hussein, Castro, el reciente difunto Kim Jong-il, Stroessner, Muzzolini, Pérez Giménez, Somoza y ahora Chávez, sólo por nombrar a los más famosos. Y, oh casualidad, los mencionados tienen también similitud en algún grado de paranoia, que va desde el narcisismo, pasando por los maníacos-depresivos hasta la locura del líder nazi que algunos médicos determinaron era un psicópata de rasgos paranoides con anomalías en el plano sexual; o si no, simplemente, están los líderes que piensan primero con la cabeza de abajo y después con la de arriba, la mayoría sino todos aparte de su trastornada conciencia.
Para terminar, una recomendación, se acuerdan del viejo chiste del loco que está encerrado en el manicomio, con una mano atrás y otra bajo la camisa, con un sombrero atravesado y que se cree Napoleón. Bien, vio que ya no se hacen más este tipo de chistes, es que ahora parece que estos napoleones están amparados por la ley antidiscriminación, ya que cuando encuentran a uno así, hay consigna de soltarlo, alentarlo, formarlo doctrinariamente y prepararlo para manejar el mundo o algún ministerio; y esta orden, a no dudarlo, proviene de una clase política que siempre está buscando a su mesías salvador entre los inimputables. Así que ya sabe y queda Ud. advertido, si encuentra similitud de gobierno en su país con alguno de estos regímenes, tiene dos opciones: si quiere pasarla bien y no le importa el cómo, a no dudar, hágase el loco y sígale la corriente a los “vivos”; porque si hace lo contrario y le lleva la contra al loco de turno, puede que sea usted el que termine en el loquero, encerrado por los “vivos”.

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