Democracia y prensa libre

Se ha dicho con mucho acierto que no es lo mismo un Estado capitalista que capitalistas controlando el Estado; y esto último pasa cuando los medios masivos están en su poder, el de los capitalistas.

Una democracia necesita de una prensa absolutamente libre, sin ella camina al fracaso, a un sistema totalitario como estamos viendo en muchos lados.

Pero qué se entiende por una prensa absolutamente libre. A mi modo de ver esta no debe depender de ningún poder político, de ningún partido y de ninguna ideología; lo contrario, si un medio tiene una inclinación partidaria no sería más que un órgano de dicho partido con una fachada de independiente.

Pero esto solo no basta, también debe ser independiente de cualquier grupo económico, por más poderoso que estos sean a la hora de influir con sus publicidades; la prensa no puede estar a su servicio porque estaría traicionando los principios básicos de la libertad de información, de expresión; y se daría el caso, aquí, de que estos medios, sometidos a oligopolios o monopolios, oculten o difundan falsa información conveniente a dichos intereses, que la mayor de las veces resultan contrarios a los intereses de la ciudadanía y al desarrollo mismo de la civilización.

Si una prensa no es absolutamente libre el ciudadano termina siendo rehén de un sistema cuasitotalitario, aunque su gobierno se proclame liberal; donde el Estado se arroga imponer obligaciones que no respetan las creencias individuales, como ser el aborto, la eutanasia; las expropiaciones, una brutal carga impositiva, etc.; y si el gobierno tiene un control mayoritario en los otros poderes, aquí sí, ya está al borde del precipicio y solo hace falta un empujoncito para caer en él.

En un estado definidamente totalitario como lo es Cuba, China o Corea del Norte, esto es fácil de ver: la información es única y está en manos del partido gobernante, la educación se torna alienante, el derecho a la protesta está prohibido, etc.; pero bajo un Estado con fachada democrática y liberal no es tan fácil de apreciar, ya que la opinión pública tiene una sensación de libertad de prensa; pero resulta que la concentración de medios en pocas manos la convierte en un oligopolio, donde pocas empresas suman casi el cien por cien del espectro informativo; que tranquilamente negocian con cámaras empresariales, con partidos políticos, fijan precios exhorbitantes en las tarifas publicitarias de manera que ningún pequeño empresario o emprendedor pueda acceder a ellas y competir con los grandes; así los periodistas estrella se convierten en operadores políticos, por cierto muy bien pagos; además de acordar pautas informativas de manera de no competir entre sí.

Y como resultado de esta falsa prensa libre, también viene la idiotización general de la población; porque bajo este sistema lo único que es libre y no tiene censura corporativa son los programas livianos, farandulescos, o de entretenimiento que nada aportan a la cultura, son la contracultura; la decadencia generalizada que vemos en todas partes, o escuchamos en las expresiones de gente famosa que supuestamente trabajan por la cultura.

 

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