VIVIR Y MORIR EN UNA BURBUJA

Se acuerdan del chico que vivía en una burbuja, su caso fue llevado al cine, se llamaba en la vida real David Vetter. Él había nacido sin defensas, su sistema inmunológico no se desarrolló y su médula no podía producir anticuerpos, por tanto tenía que vivir aislado del mundo exterior ya que cualquier bacteria o virus podía matarlo; y así creció, mirando el mundo desde una burbuja, sin contacto con la naturaleza desde el momento mismo de su alumbramiento. La rara enfermedad que padeció es conocida como Síndrome de Inmunodeficiencia Combinada Severa.

David vivió doce años, falleció debido a que enfermó de mononucleosis luego de unos meses del trasplante de médula ósea a que fue sometido. La donante fue su hermana y no hubo rechazo, pero la autopsia reveló que la médula trasplantada contenía rastros de un virus inactivo, que en los estudios previos no detectaron; este patógeno resulta ser uno de los más comunes, del que cualquiera puede ser portador, llamado Epstein-Barr y que gracias a nuestro sistema inmunológico no se desarrolla: y aparte de generar la enfermedad que mató a David puede generar muchas otras, entre ellas el cáncer.

Nuestro sistema inmunológico es transmitido, o viene con anticuerpos desde el vientre materno, además con la leche materna el cuerpo del niño va recibiendo las primeras defensas necesarias para sobrevivir a la fauna microscópica que permanentemente nos acecha y que nuestro sistema repele diariamente a la vez que se entrena y prepara en esta, como muchos llaman, “carrera armamentística de la naturaleza”, de la cual todos los seres vivos participan; aparte de las vacunas que preparan esas defensas contra otros conocidos virus, como ser el sarampión, la tuberculosis, polio, tétanos, rabia, etc.

Recuerdo, cuando nació mi hijo, el pediatra nos aconsejaba que durante los primeros seis meses sea solamente alimentado con la leche de la madre, ni siquiera agua quería que le diéramos; porque esa leche materna tenía todo lo necesario y no le hacía falta nada más, luego de este período sí comenzó a ingerir otro tipo de alimentos y el agua.

También es extraordinario de ver cómo el cuerpo se autorrepara cuando nos cortamos accidentalmente; la herida primero sangra, luego para, se va formando una costra y en poco tiempo esta se seca, cae y si el corte no fue muy grande la cicatriz desaparece casi completamente. Creo que no hace falta decir que nuestro cuerpo es una “máquina” maravillosa.

Pero volviendo al chico de la burbuja, la pregunta es, ¿qué pasaría si, a la inversa, a una persona que nació sin ninguna alteración en su sistema inmunológico, totalmente normal, con sus defensas al cien por cien, qué pasaría si a esta imaginaria persona la aisláramos, sin que le haga falta, y lo protegiéramos como al chico de la burbuja de los gérmenes y virus que nos rodean? Lo que entiendo es que su sistema inmunológico, y de acuerdo al tiempo que esté aislado, se iría relajando, debilitando, sus defensas bajarían literalmente la guardia” ya que no tendrían enemigos que combatir; haciendo una comparación: si un músculo no se utiliza primero pierde su vigor y hasta puede llegar a atrofiarse por la falta de uso, asimismo pasaría con el sistema inmunológico. Esto lo he consultado con un médico especialista en inmunología, que me confirmó el planteamiento.

Y esta cuestión surgió a raíz de la mascarilla de plástico que mucha gente utiliza diariamente, y es lo que me hizo acordar del chico de la burbuja que al final terminó su vida por un virus “inactivo”. Mascarilla que utilizan durante varias horas seguidas los que atienden en los comercios, hospitales, etc., y ya van para ocho meses; mascarilla que sin ser una burbuja crea un microclima al organismo que aún no se sabe si un uso tan prolongado lo beneficia o lo debilita, no hay estudios al respecto; además del barbijo, de uso obligatorio, que se entiende es para protegernos y proteger al otro de este virus que anda dando vueltas por el mundo, pero que sin embargo esa tela al poco rato de uso se torna un caldo de cultivo de gérmenes y hongos de toda clase, formándose un ejército microbiano en las puertas de nuestra nariz y boca, del que solo zafan aquellos que tienen bien altas sus defensas.

Y uno se pregunta, cuántos virus “inactivos” tenemos en el cuerpo, no lo sabemos; pero sí sabemos que mientras nuestro sistema inmunológico funcione no tenemos nada que temer; pero también sabemos que pueden despertarse, o activarse cuando las defensas bajan o se relajan; ya que, por lo visto, “inactivo” no quiere decir que esté muerto, quiere decir que no está en actividad, quiere decir que está latente.

El reconocido premio Nobel de medicina Luc Montagnier,1 descubridor del virus del HIV, en una entrevista publicada por la televisión francesa comentó que analizado el virus por el cual se decretó la pandemia, de las treinta mil partes que conforman su ARN este posee unas mil del virus que produce el Sida; y esto, según él, no es natural. Si esto es así, como lo contó esta eminencia científica y que extrañamente los medios silenciaron, además de descalificarlo por sus dichos, parangonado con los virus de las PC, se diría que este es un “troyano”2 pero diseñado para humanos, a los que pretenden inocular, a escala global, una vacuna que, al contrario de todas las anteriores que se necesitaron años o décadas para desarrollar, esta sale “a la carta” en pocos meses, casi como los antivirus informáticos, pero esta vez para humanos del Nuevo Orden divididos en esenciales y no esenciales, cosificados, descartables y desechables. Desde este punto de vista sí tiene más sentido el rol que juega el multi-multimillonario Gates en su “lucha” contra el Covid y su labor “filantrópica” (o licantrópica) junto a otros no menos pobres que él.

Para terminar, ante el extraño triunfo del cuasi senil candidato demócrata, el candidato de la izquierda mundial, el candidato del nuevo orden; si el 2020 nos pareció de terror y estamos todos esperando que se termine, me parece que para el 2021, ante este panorama, nada bueno se puede presagiar, porque en el horizonte puede verse asomar a los cuatro jinetes ansiosos de cabalgar de nuevo como hace un siglo: conquista, guerra, hambre y muerte, y que a algunos ya les llegaron por adelantado, como a Venezuela y Cuba, cuyos gobiernos están festejando el triunfo de Biden.

Ante este negro panorama, no ya para un país sino para la civilización toda, su cambio solo puede ser obra de un milagro; y para que se produzca, como todo milagro, es preciso orar y encomendarnos a Dios, a la Virgen y todos los santos habidos y por haber, Gauchito Gil y Difunta Correa incluidos. Además de recordar, sobre todo, las palabras del Evangelio donde en varios de sus pasajes nos dice “no tengáis miedo”; porque aquí pienso es la clave, el factor de todo mal: el miedo; un miedo que esclaviza y hace poderosos a los miserables, a los impíos, a los que no tienen compasión por el otro y solo buscan aprovecharse de la gente, inoculándoles ideologías que destruyen su sentido de humanidad y les quitan hasta el último refugio que una persona puede tener, la esperanza. Por los siglos de los siglos, esperemos que así no sea.



1. Sitios entrevista a Luc Montagnier:

https://www.youtube.com/watch?v=2AU43eowtbE

https://www.youtube.com/watch?v=ewkkhNRxEKI


2. Se denomina Caballo de Troya, o Troyano, a un malware  que se presenta como un software en apariencia legítimo e inofensivo, pero que al ejecutarlo brinda acceso remoto al equipo.​ Troyano deriva de la historia del Caballo de Troya.


https://www.paraguaymipais.com.ar/opinion/vivir-y-morir-en-una-burbuja/


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