De cómo se corrompió el Paraíso
Cuento basado en un viejo chiste.
─Loco, ¿esto fue siempre así?, tan
desordenado... no me imaginé el Paraíso en estas condiciones;
porque los que se fueron y volvieron contaron otra historia: de
mariposas, de seres angelicales, de ver a sus seres queridos... yo
hasta el momento no vi nada de eso... y además un trato bastante
descortés de los ángeles, te voy a decir.
─No, no siempre fue así, antes era realmente un
Paraíso como lo describían esas personas... Pero todo cambió un
buen día, a partir de la llegada de Cacho.
─Cacho, ¡qué Cacho!
─Es un que en vida fue un chanta de
primera, vividor, mujeriego, le gustaba estafar con cuentos del tío
a la gente, si le prestaban jamás devolvía nada, y resulta que un
buen día se murió, de repente, mientras jugaba un partido de tenis;
y como no había tenido tiempo de arrepentirse su destino fue irse
derechito al infierno; pero este se negó a entrar en él y se coló
aquí.
Resulta que cuando su alma ascendió por el túnel
de luz vio las dos filas, la del Paraíso y la del Infierno, y él
sabía la que tenía que hacer pero se puso en la del Paraíso.
Pero nadie puede engañar a San Pedro, este
observaba a la distancia sus movimientos y vio la maniobra de Cacho;
no dijo nada hasta que llegó a la entrada, ahí apartó al ángel
que controlaba la misma diciéndole: “Dejá, que a este lo atiendo
yo”; y se produjo más o menos el siguiente diálogo:
─Hola hijo, soy Pedro.
─Hola don, no sé qué pasó che, estaba jugando
en el Tennis Club y de repente me despierto en este lugar; de locos,
viste... ¡Che, no estaré soñando!
─No, hijo, no estás soñando, te ha dado un
infarto y estás en la entrada del Paraíso.
─Qué bárbaro, ni tiempo para nada tuve,
gracias por la data, ¿puedo pasar?... permisooo...
─Un momento, hay un problema hijo; tú sabes que
has hecho mucho daño a mucha gente inocente a lo largo de tu vida y
jamás te has arrepentido de ello, así que lamentablemente debes
estar en la otra fila, y tú lo sabes...
─Sí máster, lo sé, es que como usted dijo, me
morí de repente y no tuve tiempo de arrepentirme, le juro que desde
hace unos días venía pensando en cambiar mi vida... y hasta una vez
me entraron ganar de ir a ver a la que desata los nudos... Diga don,
¿qué tal si me confieso ahora?
─No, ya es tarde hijo, tienes que formar la otra
fila, y por favor muévete que los otros esperan.
─No don Pedro, por favor, reconozco que fui un
tarambana, un botarate, hice mucho daño, pero no soy mala persona;
San, una vez ayudé a una señora a cruzar la calle...
─Sí, y le sacaste la billetera...
─Bueno, tenía hambre... por favor Pedro,
Pedrito, dejame entrar... ─imploraba Cacho casi llorando, además
argumentaba─. Pero Viejo, si no tuve tiempo como esos otros que me
dijeron que a último momento se arrepintieron, no es justo, tenés
que darme una oportunidad, che; qué te cuesta, dale barba...
─insistía.
Y San Pedro, un tanto molesto y para sacárselo de
encima, como no paraba de hablar, se le ocurrió ponerle una prueba,
que si pasaba tal vez podía entrar en el Paraíso. Entonces le dijo:
─Cacho, te voy a tomar una prueba, si la pasas
puede ser que entres, si no te vas a la otra fila, de acuerdo.
─Sí Profe, entendido.
Entonces lo llevó aparte y le mostró diez
hombres, todos iguales, y le dijo:
─Deberás encontrar entre todos ellos al
auténtico Adán, tienes diez minutos.
Cacho los observó y antes del minuto, le
respondió:
─Ya está, acá lo tenés ─le dijo y acertó.
San Pedro, sorprendido, le preguntó cómo se dio
cuenta:
─No ve Máster que le falta el ombligo, ya puedo
pasar... ─le dijo.
Y San Pedro, un tanto fastidiado y decidido a no
dejarlo pasar le contestó:
─No, aún no, esto ha sido muy fácil, ahora vas
a tener que encontrar a Adán entre estos cien, y a todos les falta
el ombligo, te doy media hora.
Y Cacho, ni lerdo ni perezoso, rápidamente se
metió entre los Adanes; no habían pasado cinco minutos que volvió
con uno de la mano y le dijo a San Pedro:
─¡Aquí está macho! ─otra vez había
acertado.
San Pedro, sorprendido, volvió a preguntarle cómo
había hecho, y Cacho le respondió:
─No ve que le falta la costilla, ahora sí puedo
pasar... ─le dijo.
Pero como San Pedro no podía permitir que se
rompieran las reglas eternas, para sacárselo de encima de una vez
por todas decidió tomarle una prueba más, que esta vez sí tenía
por seguro que no podría pasar, entonces le respondió:
─No, una última prueba hijo, si esta la pasas
sí vas a poder entrar. Vez, ahí tienes diez mil “adanes”, todos
con una costilla menos y sin ombligo ─y como estaba tan seguro le
agregó más tiempo─, te doy una... que digo una, tres horas para
que lo encuentres.
Y Cacho se metió nuevamente entre los Adanes a
buscar el original.
Mientras tanto San Pedro se fue a descansar, dicen
que la charla con Cacho le hizo subir la presión. La cuestión es
que este se quedó muy tranquilo; pasó una hora, dos y cuando el
plazo estipulado se estaba por cumplir, faltando un minuto, lo ve
venir trayendo de la mano al auténtico Adán. San Pedro casi se
desmayó, no lo podía creer. Asombrado, le preguntó cómo había
logrado encontrarlo, si eran todos iguales, Cacho le contestó:
─Mire don Pedro, la verdad de verduqui, para qué
te voy a mentir; yo ya estaba totalmente desanimado porque no había
forma de encontrarlo, entonces de última, repodrido, mandé todo al
joraca y les dije a los diez mil: “Se pueden ir todos a la
reputamadre que los remilparió”, y no va a creer que se fueron
todos menos este.
Así fue como empezó todo, con Cacho... luego
llegaron todos sus parientes y un montón connacionales suyos...
Guarda que ahí viene el jefe.
─Che flaco, paren la conversa y terminen de
arreglar la nube... ─les dijo Cacho.
https://www.paraguaymipais.com.ar/humor/de-como-se-corrompio-el-paraiso/
https://www.paraguaymipais.com.ar/humor/de-como-se-corrompio-el-paraiso/
Comentarios