EL NIÑO Y EL PERRO (Historia imaginaria basada en un cuento real


La imagen que había publicado el matutino era conmovedora y llamaba a la reflexión: la fotografía de un chico durmiendo en la calle, tapado con una frazadita, a la entrada de una vivienda, junto a un perro. El niño vendía caramelos, esto se sabía por la cajita conteniendo dulces que estaba a su lado; y el perro era un simpático mestizo de color negro con una manchita blanca en el pecho, que dormía a sus pies. 


Inmediatamente de aparecida la publicación surgieron muchas voces indignadas que se manifestaron en la prensa y redes sociales sobre la situación social, la responsabilidad política, que esto se le ocultó al Papa, sobre la paternidad irresponsable, que para qué traen hijos al mundo, sobre el aborto, etc., y las discusiones entre los foristas, en algunos casos nada agradable por cierto; la cuestión es que la polémica se instaló ese día. 


Pero, por otro lado, no faltaron quienes, dejando de lado discusiones estériles, más propensos a la acción, decidieron ir en busca del chico y su perrito. Algo tenían que hacer, seguramente pensaron, y se movilizaron al lugar donde indicaba la crónica que habían sido vistos. 


Varios se congregaron en el sitio con la misma inquietud, todos con el periódico en la mano abierto en la página de la foto; ¡pero claro!, a esa hora de la mañana el niño y el perro ya no estaban, habían partido; los allí reunidos imaginaron que no debían de andar muy lejos. Primero consultaron con los dueños de la casa donde fueron fotografiados a ver si sabían algo, la respuesta fue negativa, no sabían nada, encima estos recién se acababan de enterar de la noticia por ellos. Entonces ahí nomás decidieron buscarlos, cada uno por su lado, se separaron y empezaron a recorrer las zonas aledañas. 


Anduvieron por la plaza y lugares concurridos, donde suponían que el chico estaría vendiendo sus caramelos. 


No pasó mucho tiempo para que uno de ellos los divisara. 


Feliz de haberlos hallado se acercó y le habló al chico. Le comentó que había visto su foto en el periódico y que quería hacer algo por él. Le invitó a desayunar, el niño aceptó gustoso, y el perrito los acompañó moviendo la colita. 


En el bar, mientras tomaban un cocido bien caliente con galletas, el hombre le hablaba y el chico lo miraba, en silencio escuchaba atentamente y cada tanto asentía con la cabeza, como comprendiendo la situación que le planteaba. Al final el niño le dijo: “está bien, acepto”. 


Luego de unos instantes salieron del bar, el pequeño se despidió del perro, abrazó tiernamente al animal y, mientras acariciaba su cabeza y lomo, le dijo algunas palabras: “que lo iba a extrañar”, “pero que así era mejor”, le dio las gracias por cómo lo cuidó, recordó la vez que lo defendió frente a otros chicos que querían sacarle su cajita de dulces… Una pequeña lágrima corrió por su infantil rostro. El perrito solo lo miraba y movía la cola. 


Después de unos instantes el niño se levantó, con el dorso de su mano se secó el rostro y mientras se alejaba con su manito le decía adiós. 


En tanto el hombre, que llegó movido por la imagen del matutino, muy feliz, se volvía a su casa llevando al “Negrito” sujeto de una hermosa correa. Por fin su hija iba a tener la mascota que tanto deseaba.


“A los ricos dulces de maní... caramelos, pastillas, shiiiclessss!”...



Sitio del cuento verídico:

http://www.abc.com.py/nacionales/nino-duerme-en-plena-calle-de-luque-1392293.html


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