Volver al pasado


Se suele escuchar en los medios de comunicación a los conductores de los mismos o gente que llama para expresar su opinión, sobre todo cuando se entablan discusiones políticas que traen a colación hechos históricos en donde se recuerdan o achacan acusaciones unos a otros, más o menos lo siguiente: “Dejemos ya de discutir o hablar del pasado, hay que pensar en el futuro, tenemos que mirar para adelante o ver cómo se solucionan los problemas actuales”. No voy a cuestionar a los que llaman ni a los que discuten, sólo voy a intentar expresar mi punto de vista, ya que me gusta la historia.
Para hacerlo quiero comenzar con un ejemplo, que creo válido. Todos, en algún momento hemos visto o leído alguna obra de ciencia ficción en donde la trama desarrolla la posibilidad de viajar al pasado o al futuro, y en general cuando los personajes viajan al pasado tienen que tener la prudencia de no alterar nada ya que cualquier cambio puede tener impredecibles consecuencias en el futuro, que es justamente de donde han partido en su viaje en el tiempo. La zaga de la película “Volver al futuro” realiza una comedia de enredos con las alteraciones que cometen los protagonistas en sus viajes; también recuerdo la serie “El túnel del tiempo”, que por más que se esforzaban no podían detener las históricas catástrofes que les tocaba vivir en cada capítulo, seguramente ustedes recordarán muchas más.
Sin embargo, nosotros si bien no podemos viajar en el tiempo y tampoco conocemos que se haya inventado una máquina para ir para atrás o para adelante, y permítaseme dudar de tal posibilidad, podemos ver imágenes del pasado y de hecho lo hacemos habitualmente al ver una antigua fotografía familiar, un periódico, una vieja filmación en la que actúan famosos actores que ya no están, podemos apreciar cómo era la moda de entonces, los vehículos que ya no existen; un disco de música que nos permite escuchar la voz de un cantante que nunca conocimos, porque falleció mucho antes de nacer uno, etc. Y antes de que se inventara la TV, la radio, el cine y la fotografía, este pasado se podía observar e imaginar a través de la pintura y los textos. La Biblia, más allá de su carácter sagrado, es un compendio de libros que nos cuenta la historia de un pueblo y basándose en estos relatos muchos arqueólogos han descubierto ciudades y comprobado los hechos en ella relatados.
Y la historia, que es la que en este caso nos interesa, la conocemos a través de los textos que han escrito en algunos casos los protagonistas de los hechos o escritores contemporáneos, y en otras historiadores que se han basado en documentación ya sea de archivos o en antiguas obras. También está la tradición oral, que tiene suma importancia sobre todo cuando proviene de una fuente que ha sido protagonista o testigo de los hechos pasados. En muchos casos gracias a estos contadores, a los que han recurrido historiadores y revisionistas, se ha podido conocer otra versión muy distinta a las que nos relatan en los libros de enseñanza oficial.
Después de este planteamiento acordemos que podemos ver o revivir el pasado con la memoria, el oído y la vista. Ahora bien, el otro punto de la ciencia ficción, ¿podemos alterar nuestro pasado y por consiguiente alterar nuestro futuro? La respuesta también es sí. De hecho se viene haciendo habitualmente desde mucho tiempo atrás. La historia que leemos, o que nos enseñan, siempre es política, la misma no se ocupa de trivialidades como un choque de dos autos, un peatón cualquiera que camina y se infarta en medio de la calle, etc. La historia se ocupa de los hechos que han tenido que ver con el poder, con la función pública, con las guerras, con las conquistas, etc. Y por ende no siempre es ecuánime o imparcial. Las diferencias de opinión, o visión, de un personaje histórico suelen ser diametralmente opuestas, de acuerdo al sector político que representa el que la escribe.
No hace mucho un diario argentino reavivó una vieja polémica que se refiere a nuestro prócer Solano López, y el matutino en cuestión responde sin lugar a dudas a un sector, a un poder que desde la prensa ha sostenido una verdad parcial, la de su punto de vista de los hechos. La historia que han contado los vencedores del 70 es muy distinta a la que gracias al revisionismo conocemos; sobre la vida del Dr. Francia y su labor sucede otro tanto, por un lado han pintado un ogro comechicos y por otro sabemos gracias a documentos que fue un patriota ejemplar como pocos. En la Argentina ocurre otro tanto con la figura de Juan Manuel de Rosas, contemporáneo del Dr. Francia, pero por suerte apareció el revisionismo, o los revisionistas, que destruyeron la historia que fueron construyendo los albañiles de la mentira.
Y así como estos “albañiles” destruyen figuras que fueron ejemplo de vida y modelos de gobierno a seguir, por otro lado ensalzan a figuras opuestas en conducta y capacidad de gobierno, verdaderos degenerados y genocidas. Y en este sentido es que en las escuelas se enseña la mentira oficial; y no sólo en las escuelas, también se forma en las universidades a los docentes con un programa, que es casi un lavado de cerebro, que uniforma conceptos y prejuicios; a la vez que los docentes y profesores no pueden salirse de estos programas so pena de perder el trabajo.
Y esta historia impuesta, como vemos falsa, tergiversada, es la que ha permitido gobernar en forma discrecional a cierta clase dirigente por décadas, en detrimento de la Nación pero en beneficio de una minoría que no trepida en entregar las riquezas del país al mejor postor.
Como ven, al alterar nuestro pasado también alteramos nuestro futuro; ya que de ser otra la historia que nos hubieran contado, la real no la inventada, muy distinto sería el presente. Porque cuando leemos un libro o conocemos una historia diferente algo se modifica en nosotros; en nuestras neuronas se fija un nuevo recuerdo que puede cambiar sutil o radicalmente nuestra actitud futura, si nuestro concepto de un personaje histórico llega a dar un giro de 180 grados nos permitirá una visión distinta que sin duda modificará nuestras opiniones o decisiones, al menos en el campo político.
Entonces, para terminar, si quiere darse una vueltita por el pasado, es fácil, sólo tiene que agarrar un libro y acomodarse en un sillón, capaz que modifica su futuro.

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